El próximo Pleno de la Diputación Provincial, convocado para este próximo lunes día 3 de marzo, aprobará de forma definitiva la Bandera de la Provincia, que vendrá a convertirse en "uno de los símbolos de identidad" de Jaén y que protagonizará los actos que con motivo del Día de la Provincia se van a organizar en torno al próximo día 19 de marzo.
Así lo ha anunciado este miércoles la vicepresidenta de la Diputación Provincial y responsable de Economía, Hacienda y Asistencia a Municipios, Pilar Parra, quien ha informado en una rueda de prensa de los principales puntos que se van a abordar en dicha sesión ordinaria, correspondiente a este mes de febrero. Parra ha recordado que la bandera tiene un fondo de color verde —que evoca así la esperanza y los campos jiennenses, según ha apuntado—, en cuyo centro se sitúa el escudo oficial de la provincia, al tiempo que ha explicado que será izada en un acto que se celebrará el día 18 de marzo con motivo del Día de la Provincia, que la Diputación ha decidido "institucionalizar" tras la experiencia del pasado año, cuando se conmemoró el Bicentenario de la institución provincial, y que se ha fijado para el día 19 del próximo mes.
[...]
20 Minutos
▼
27.2.14
26.2.14
Querétaro quiere reforzar identidad con escudo, bandera e himno
Querétaro, 25 Feb. (Notimex).- La Junta de Concertación Política del Congreso local anunció la convocatoria para la creación del escudo, la bandera y el himno del estado de Querétaro, como una forma de reforzar la identidad.
El coordinador de la fracción parlamentaria del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Braulio Guerra Urbiola, dijo que la convocatoria será publicada el 3 de marzo próximo y se recibirán las propuestas hasta el 15 de mayo.
Expresó que tras una evaluación por parte de un comité experto en la materia, el autor del trabajo seleccionado será notificado y se prevé que el himno sea ejecutado el 25 de julio por la Banda de Música del estado de Querétaro.
El legislador priísta presentó hoy la iniciativa de Ley del escudo, la bandera y el himno del estado de Querétaro, con la representación de la Junta de Concertación Política del Congreso local.
“Esta iniciativa parte de la convocatoria que habremos de publicar el 3 de marzo, para que los ciudadanos interesados nos hagan llegar sus propuestas de símbolos de identidad queretana”, estableció el priista.
Remarcó que este esfuerzo pretende arraigar valores, principios y al mismo tiempo dar fuerza a la niñez y juventud para que se sientan identificados con la tierra que los vio nacer.
Recordó que sólo 14 estados de la República Mexicana cuentan con una reglamentación de este tipo y la entidad carece de una Ley que reglamente el escudo y la bandera estatal, lo que por consiguiente deriva en que tampoco existe un himno.
El coordinador de la fracción parlamentaria del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Braulio Guerra Urbiola, dijo que la convocatoria será publicada el 3 de marzo próximo y se recibirán las propuestas hasta el 15 de mayo.
Expresó que tras una evaluación por parte de un comité experto en la materia, el autor del trabajo seleccionado será notificado y se prevé que el himno sea ejecutado el 25 de julio por la Banda de Música del estado de Querétaro.
El legislador priísta presentó hoy la iniciativa de Ley del escudo, la bandera y el himno del estado de Querétaro, con la representación de la Junta de Concertación Política del Congreso local.
“Esta iniciativa parte de la convocatoria que habremos de publicar el 3 de marzo, para que los ciudadanos interesados nos hagan llegar sus propuestas de símbolos de identidad queretana”, estableció el priista.
Remarcó que este esfuerzo pretende arraigar valores, principios y al mismo tiempo dar fuerza a la niñez y juventud para que se sientan identificados con la tierra que los vio nacer.
Recordó que sólo 14 estados de la República Mexicana cuentan con una reglamentación de este tipo y la entidad carece de una Ley que reglamente el escudo y la bandera estatal, lo que por consiguiente deriva en que tampoco existe un himno.
17.2.14
La Generalitat aprueba la bandera del Ayuntamiento de Pilar de la Horadada
La Generalitat, a través de la Conselleria de Presidencia y Agricultura, Pesca, Alimentación y Agua, ha aprobado la bandera del Ayuntamiento de la localidad Alicantina de Pilar de la Horadada.
La aprobación ha seguido el procedimiento establecido en la Ley de Régimen Local de la Comunitat y en el Decreto del Gobierno Valenciano por el que se regulan los símbolos, tratamientos y honores de las entidades locales.
Así, el pleno del Ayuntamiento adoptó por mayoría absoluta la aprobación de la bandera, junto con el dibujo-proyecto de la misma, y a continuación el Consejo Técnico de Heráldica y Vexilología Local dictaminó favorablemente el símbolo municipal, en su versión castellana y valenciana.
La bandera oficial de Pilar de la Horadada se organiza como bandera cuadrilonga de proporciones 2:3, partida por mitad vertical. En la parte del asta, de rojo, se coloca la torre amarilla abierta, mazonada de negro. Por su parte, en el batiente, de verde, el pilar blanco cargado con la cruz de Santiago de rojo.
Símbolos locales oficializados por la Generalitat
En la actualidad, 112 localidades de la Comunitat tienen sus banderas oficializadas,-43 de Castellón, 42 de Valencia y 27 de Alicante- y gozan de estandartes reconocidos por el Consejo Técnico de Heráldica y Vexilología seis poblaciones: las castellonenses Castellnovo, Caudiel, Geldo, Altura y Gaibiel y la valenciana Fuenterrobles.
Por su parte, disponen de escudos oficializados 311 municipios, de los que 128 están ubicados en la provincia de Valencia, 95 se emplazan en la provincia de Castellón y 88 pertenecen a la de Alicante. El resto de escudos aprobados por la Generalitat corresponden a diputaciones, mancomunidades y entidades locales menores.
El Periodic
3.2.14
Bandera: simbolo de culto
MÓNICA MENDOZA / Publicada el 02/02/2014 05:20:42 a.m.
La memoria es una parte fundamental de la simbología. Sin la memoria, la identidad se pierde, advierte el historiador Enrique Florescano.
Solemnidad, exaltación, veneración, deber..., en esos términos se definen, en la ley vigente sobre los símbolos patrios, los honores y el culto cívico que deben rendirse a la bandera nacional cada 24 de febrero.
Como símbolo de independencia, unión, e igualdad, ha servido para identificar a la patria, la nación y al Estado desde que nació la República en 1824. Su escudo, el emblema de poder del antiguo imperio mexica, sobrevivió a la Conquista, el Virreinato y a las luchas entre facciones políticas, y se colocó en el centro de un símbolo que representaba a una nación mestiza.
El historiador Enrique Florescano Mayet encuentra en esa supervivencia una situación paradójica: la bandera y el escudo perduran, pero las antiguas ideas de patria, nación y Estado, forjadas por el liberalismo del siglo XIX y el nacionalismo del siglo XX, se desmoronan.
Además del Himno Nacional, la bandera y el escudo son lo único que queda frente a los valores individualistas impuestos por el neoliberalismo –sostiene el investigador– y ante los reclamos de grupos sociales excluidos, como los indígenas, las mujeres, los trabajadores, que han exigido el reconocimiento de sus derechos y revelan la existencia de una nación diversa, heterogénea y desigual.
Para el historiador, celebrar a la bandera el 24 de febrero es rendir culto al emblema que, por su antigüedad, historia y representatividad, todavía es eficaz como imagen de la patria.
Un símbolo mítico
Los símbolos identitarios son siempre un instrumento político –argumenta Florescano– ya que buscan unificar la diferencia, darle unidad a la diversidad.
La historia de la bandera mexicana es un ejemplo de ese fenómeno. Su significado navega entre los episodios que en la memoria colectiva son los fundadores de una nación, un imperio, o un Estado –la guerra, la conquista, la independencia, los cambios de régimen–, y los mitos que se remontan a épocas milenarias, que son las primeras manifestaciones de arraigo a una entidad, a una "tierra", a una "patria".
El historiador nacido en Veracruz, investigador desde hace más de cinco décadas de los mitos mesoamericanos, se traslada en el tiempo hasta la época prehispánica para hacer comprensible el poder que aún conserva la bandera como elemento identitario.
–El símbolo del águila sobre el nopal es el más antiguo de los símbolos nacionales y de la identidad mexicana; se constituye en 1323 y desde entonces hasta ahora está vivo –afirma–. Según el mito, los pobladores que migran desde Aztlán lo encuentran en medio de un lago como les había indicado su sacerdote, y la historia de la fundación de Tenochtitlán se convierte en su rasgo de identidad.
La historia de la migración, sintetiza Florescano, se suma a la idea de la tierra como el símbolo de integración social, étnica y política que tenían los antiguos pueblos mesoamericanos. Los aztecas, un pueblo guerrero, crean una nueva identidad política que llega a convertirse en un imperio por la fuerza de las armas.
–Ese gran poder –señala– se asienta en el símbolo del águila y el nopal. Los ejércitos mexicas lo llevan siempre como bandera y lo reproducen en todos los lugares a donde llegan y cuando dominan otra población.
Con la conquista española, el antiguo imperio que se impuso sufre la derrota, pero entre 1521 y 1750 sucede un fenómeno que maravilla al historiador: un combate permanente, que no se había visto, entre los símbolos de la identidad mexica, ya asumidos por otros pueblos, contra los símbolos españoles.
En iglesias, mapas y cartas, en el mismo escudo de la Ciudad de México, se reproduce una y otra vez la figura del águila y el nopal contra la voluntad de los propios gobernantes que representan a España: el águila devorando una serpiente encima de un castillo medieval español; el águila flanqueada por dos leones; el águila en el atrio de un convento; el águila coronando una fuente en la plaza mayor frente a la puerta del Palacio Virreinal; el águila debajo de la virgen de Guadalupe...
Así puede apreciarse en las imágenes que ilustran los libros de Enrique Florescano: La bandera mexicana: breve historia de su formación y simbolismo (FCE, 1998) e Imágenes de la patria a través de los siglos (Taurus, 2005).
–¿Cómo se explica que ese símbolo haya sobrevivido? –se le cuestiona.
–Porque se mezcla con otras tradiciones, se transforma. Se convierte en una mezcla de lo antiguo con lo nuevo y logra imponerse como símbolo de identidad en una sociedad muy diversa sólo cuando se asocia con el símbolo cristiano de la virgen. Eso es lo curioso, de otra manera hubiera sido vencido –advierte.
Independencia y unidad
Conociendo la historia, no sorprende que en 1810, cuando el cura Miguel Hidalgo y los insurgentes se levantaron en armas, utilicen el estandarte de la virgen de Guadalupe. Para entonces, en especial para los criollos, era el emblema de los nacidos en tierras americanas, la representación de lo auténtico, la protectora de la Nueva España. Fue el mito que armonizó el pasado indígena con la tradición cristiana y que ayudó a legitimar la causa independentista.
En el famoso Sermón guadalupano de 1794, Fray Servando Teresa de Mier argumenta una supuesta evangelización de las tierras americanas previa a la llegada de los españoles, cuestionando la legitimidad de la conquista. El patriotismo criollo envuelve, así, su concepto identitario con el "prestigio inconmensurable de la duración".
–Ambas tradiciones, en el proceso de independencia, se combinaron con el liberalismo, y en 1824, con la promulgación de la Constitución, la bandera se convierte en el símbolo de la República y la representación de un nuevo Estado fundado en los ideales de igualdad y unidad –explica el historiador.
Antes, el 24 de febrero de 1821, Agustín de Iturbide promulga el Plan de Iguala –que proponía la unión de las élites novohispanas, militares e insurgentes– y adopta la bandera de las tres garantías, la primera con los tres colores, pero en franjas diagonales y con una estrella cada una, símbolo de la religión, la independencia y la unión.
El militar criollo, artífice de la consumación de la independencia, no será reconocido como padre de la patria; pero la entrada "triunfal" del Ejército Trigarante, el 21 de septiembre de 1821, en medio de un despliegue de banderas tricolores, será inscrito en la memoria colectiva como la primer ceremonia patriótica del México independiente.
En un decreto del 2 de noviembre del mismo año, Iturbide establece que la bandera lleve los mismos colores, dispuestos en el orden actual y con el águila sobre el nopal al centro, con las alas caídas y la corona imperial. Desde entonces –recapitula Florescano– el escudo se ha transformado por las circunstancias históricas: el águila republicana, el águila imperial, el águila juarista, el águila porfirista, el águila posrevolucionaria.
–Lo que revela esta historia es que hay una continuidad en el apego a los símbolos patrios, pero también que es falso que exista una identidad permanente o única –sostiene.
Esto se hace visible no sólo en las imágenes, sino en la realidad.
–Nosotros entramos al siglo XIX como un Estado nacional, imitando y copiando lo que había surgido ya en Europa y Estados Unidos: la idea de integrar una República donde todos los ciudadanos eran iguales o debían de ser iguales, pero se va cambiando porque, ¿todos iguales? –se cuestiona– pues no.
–Unos tienen más derechos que otros, los que tienen la propiedad, por ejemplo. Los indígenas, las mujeres, ellos no tienen los mismos derechos –añade.
Crisis y colapso identitario
La Revolución mexicana inauguró una de las épocas de mayor sentimiento nacionalista. Las aspiraciones de los sectores más desprotegidos se veían reflejadas en la Constitución de 1917 y los símbolos patrios representaban un nuevo proyecto político, una utopía social. La herencia prehispánica se revalora como un pasado glorioso y las instituciones educativas inculcan la idea de una nación mestiza, con una identidad común.
–Este nacionalismo se transforma por los procesos políticos y sociales del siglo XX, y se termina por cambiar la antigua idea de ciudadanía –apunta Florescano.
El fracaso del corporativismo, los cuestionamientos al Estado centralista, el reclamo de libertades democráticas, los reclamos autonómicos y la adopción de modelos económicos y sociales excluyentes llevaron a que los símbolos patrios perdieran visibilidad.
–Ahora cada quien lucha por intereses individuales o de grupo, el liberalismo económico ha presentado una propuesta contraria totalmente a las ideas de integración, igualdad de derechos y deberes; lo que dice el Himno Nacional: "dar la vida por la patria", ya no es posible, esas nociones están en crisis –señala.
–¿Debemos lamentarlo? –se le interroga.
–Yo no lo lamento... ¡es una realidad!, porque los derechos nuevos han creado también una situación nueva. Pero tenemos que repensar nacionalmente cómo integrar intereses tan opuestos sin dejar de reconocer la diversidad.
–¿Y qué significa celebrar el 24 de febrero?
–Todas las fechas las tenemos que celebrar para darle sentido al pasado, no podemos olvidar, se tiene que repetir el acto de fe. Celebrar el 24 de febrero es un culto, pero la repetición es obligatoria si se quiere conservar algo. La memoria es una parte fundamental de la simbología. Sin la memoria, la identidad se pierde –concluye.
La memoria es una parte fundamental de la simbología. Sin la memoria, la identidad se pierde, advierte el historiador Enrique Florescano.
Solemnidad, exaltación, veneración, deber..., en esos términos se definen, en la ley vigente sobre los símbolos patrios, los honores y el culto cívico que deben rendirse a la bandera nacional cada 24 de febrero.
Como símbolo de independencia, unión, e igualdad, ha servido para identificar a la patria, la nación y al Estado desde que nació la República en 1824. Su escudo, el emblema de poder del antiguo imperio mexica, sobrevivió a la Conquista, el Virreinato y a las luchas entre facciones políticas, y se colocó en el centro de un símbolo que representaba a una nación mestiza.
El historiador Enrique Florescano Mayet encuentra en esa supervivencia una situación paradójica: la bandera y el escudo perduran, pero las antiguas ideas de patria, nación y Estado, forjadas por el liberalismo del siglo XIX y el nacionalismo del siglo XX, se desmoronan.
Además del Himno Nacional, la bandera y el escudo son lo único que queda frente a los valores individualistas impuestos por el neoliberalismo –sostiene el investigador– y ante los reclamos de grupos sociales excluidos, como los indígenas, las mujeres, los trabajadores, que han exigido el reconocimiento de sus derechos y revelan la existencia de una nación diversa, heterogénea y desigual.
Para el historiador, celebrar a la bandera el 24 de febrero es rendir culto al emblema que, por su antigüedad, historia y representatividad, todavía es eficaz como imagen de la patria.
Un símbolo mítico
Los símbolos identitarios son siempre un instrumento político –argumenta Florescano– ya que buscan unificar la diferencia, darle unidad a la diversidad.
La historia de la bandera mexicana es un ejemplo de ese fenómeno. Su significado navega entre los episodios que en la memoria colectiva son los fundadores de una nación, un imperio, o un Estado –la guerra, la conquista, la independencia, los cambios de régimen–, y los mitos que se remontan a épocas milenarias, que son las primeras manifestaciones de arraigo a una entidad, a una "tierra", a una "patria".
El historiador nacido en Veracruz, investigador desde hace más de cinco décadas de los mitos mesoamericanos, se traslada en el tiempo hasta la época prehispánica para hacer comprensible el poder que aún conserva la bandera como elemento identitario.
–El símbolo del águila sobre el nopal es el más antiguo de los símbolos nacionales y de la identidad mexicana; se constituye en 1323 y desde entonces hasta ahora está vivo –afirma–. Según el mito, los pobladores que migran desde Aztlán lo encuentran en medio de un lago como les había indicado su sacerdote, y la historia de la fundación de Tenochtitlán se convierte en su rasgo de identidad.
La historia de la migración, sintetiza Florescano, se suma a la idea de la tierra como el símbolo de integración social, étnica y política que tenían los antiguos pueblos mesoamericanos. Los aztecas, un pueblo guerrero, crean una nueva identidad política que llega a convertirse en un imperio por la fuerza de las armas.
–Ese gran poder –señala– se asienta en el símbolo del águila y el nopal. Los ejércitos mexicas lo llevan siempre como bandera y lo reproducen en todos los lugares a donde llegan y cuando dominan otra población.
Con la conquista española, el antiguo imperio que se impuso sufre la derrota, pero entre 1521 y 1750 sucede un fenómeno que maravilla al historiador: un combate permanente, que no se había visto, entre los símbolos de la identidad mexica, ya asumidos por otros pueblos, contra los símbolos españoles.
En iglesias, mapas y cartas, en el mismo escudo de la Ciudad de México, se reproduce una y otra vez la figura del águila y el nopal contra la voluntad de los propios gobernantes que representan a España: el águila devorando una serpiente encima de un castillo medieval español; el águila flanqueada por dos leones; el águila en el atrio de un convento; el águila coronando una fuente en la plaza mayor frente a la puerta del Palacio Virreinal; el águila debajo de la virgen de Guadalupe...
Así puede apreciarse en las imágenes que ilustran los libros de Enrique Florescano: La bandera mexicana: breve historia de su formación y simbolismo (FCE, 1998) e Imágenes de la patria a través de los siglos (Taurus, 2005).
–¿Cómo se explica que ese símbolo haya sobrevivido? –se le cuestiona.
–Porque se mezcla con otras tradiciones, se transforma. Se convierte en una mezcla de lo antiguo con lo nuevo y logra imponerse como símbolo de identidad en una sociedad muy diversa sólo cuando se asocia con el símbolo cristiano de la virgen. Eso es lo curioso, de otra manera hubiera sido vencido –advierte.
Independencia y unidad
Conociendo la historia, no sorprende que en 1810, cuando el cura Miguel Hidalgo y los insurgentes se levantaron en armas, utilicen el estandarte de la virgen de Guadalupe. Para entonces, en especial para los criollos, era el emblema de los nacidos en tierras americanas, la representación de lo auténtico, la protectora de la Nueva España. Fue el mito que armonizó el pasado indígena con la tradición cristiana y que ayudó a legitimar la causa independentista.
En el famoso Sermón guadalupano de 1794, Fray Servando Teresa de Mier argumenta una supuesta evangelización de las tierras americanas previa a la llegada de los españoles, cuestionando la legitimidad de la conquista. El patriotismo criollo envuelve, así, su concepto identitario con el "prestigio inconmensurable de la duración".
–Ambas tradiciones, en el proceso de independencia, se combinaron con el liberalismo, y en 1824, con la promulgación de la Constitución, la bandera se convierte en el símbolo de la República y la representación de un nuevo Estado fundado en los ideales de igualdad y unidad –explica el historiador.
Antes, el 24 de febrero de 1821, Agustín de Iturbide promulga el Plan de Iguala –que proponía la unión de las élites novohispanas, militares e insurgentes– y adopta la bandera de las tres garantías, la primera con los tres colores, pero en franjas diagonales y con una estrella cada una, símbolo de la religión, la independencia y la unión.
El militar criollo, artífice de la consumación de la independencia, no será reconocido como padre de la patria; pero la entrada "triunfal" del Ejército Trigarante, el 21 de septiembre de 1821, en medio de un despliegue de banderas tricolores, será inscrito en la memoria colectiva como la primer ceremonia patriótica del México independiente.
En un decreto del 2 de noviembre del mismo año, Iturbide establece que la bandera lleve los mismos colores, dispuestos en el orden actual y con el águila sobre el nopal al centro, con las alas caídas y la corona imperial. Desde entonces –recapitula Florescano– el escudo se ha transformado por las circunstancias históricas: el águila republicana, el águila imperial, el águila juarista, el águila porfirista, el águila posrevolucionaria.
–Lo que revela esta historia es que hay una continuidad en el apego a los símbolos patrios, pero también que es falso que exista una identidad permanente o única –sostiene.
Esto se hace visible no sólo en las imágenes, sino en la realidad.
–Nosotros entramos al siglo XIX como un Estado nacional, imitando y copiando lo que había surgido ya en Europa y Estados Unidos: la idea de integrar una República donde todos los ciudadanos eran iguales o debían de ser iguales, pero se va cambiando porque, ¿todos iguales? –se cuestiona– pues no.
–Unos tienen más derechos que otros, los que tienen la propiedad, por ejemplo. Los indígenas, las mujeres, ellos no tienen los mismos derechos –añade.
Crisis y colapso identitario
La Revolución mexicana inauguró una de las épocas de mayor sentimiento nacionalista. Las aspiraciones de los sectores más desprotegidos se veían reflejadas en la Constitución de 1917 y los símbolos patrios representaban un nuevo proyecto político, una utopía social. La herencia prehispánica se revalora como un pasado glorioso y las instituciones educativas inculcan la idea de una nación mestiza, con una identidad común.
–Este nacionalismo se transforma por los procesos políticos y sociales del siglo XX, y se termina por cambiar la antigua idea de ciudadanía –apunta Florescano.
El fracaso del corporativismo, los cuestionamientos al Estado centralista, el reclamo de libertades democráticas, los reclamos autonómicos y la adopción de modelos económicos y sociales excluyentes llevaron a que los símbolos patrios perdieran visibilidad.
–Ahora cada quien lucha por intereses individuales o de grupo, el liberalismo económico ha presentado una propuesta contraria totalmente a las ideas de integración, igualdad de derechos y deberes; lo que dice el Himno Nacional: "dar la vida por la patria", ya no es posible, esas nociones están en crisis –señala.
–¿Debemos lamentarlo? –se le interroga.
–Yo no lo lamento... ¡es una realidad!, porque los derechos nuevos han creado también una situación nueva. Pero tenemos que repensar nacionalmente cómo integrar intereses tan opuestos sin dejar de reconocer la diversidad.
–¿Y qué significa celebrar el 24 de febrero?
–Todas las fechas las tenemos que celebrar para darle sentido al pasado, no podemos olvidar, se tiene que repetir el acto de fe. Celebrar el 24 de febrero es un culto, pero la repetición es obligatoria si se quiere conservar algo. La memoria es una parte fundamental de la simbología. Sin la memoria, la identidad se pierde –concluye.
2.2.14
Por qué la bandera tricolor de la República «constituyó un grave error»
En este país, al que algunos nos empeñamos en seguir llamando España, se produce un fenómeno tan significativo como sorprendente: un símbolo que debería ser común, la bandera de España, se ha convertido en bandería entre los que exhiben con orgullo la rojigualda (derechistas) y los que exhiben la tricolor republicana (izquierdistas).
España es un viejo país, pero a diferencia de todas las naciones (incluso las más modernas), las manifestaciones denominadas «progresistas» se hacen bajo las banderas de los partidos, de las Comunidades Autónomas (aunque algunas inventadas ayer mismo)… o, en el mejor de los casos, con la tricolor republicana.
Así, exhibir la rojigualda resultaría «cosa de derechas»… no de todos los españoles. Al respecto, desde el exilio, un español escribió:
«La cuestión de la bandera es uno de los motivos que estúpidamente dividen a los españoles y que tiene su origen en la conducta mezquinamente partidaria de nuestros políticos.»
»El cambio de la Bandera hecho por la República constituyó un grave error:»
»1º.-Porque no respondía a una aspiración nacional ni siquiera popular. La Bandera Republicana era desconocida por la inmensa mayoría de los españoles.»
»2º.-Porque se reemplazaba una bandera nacional por una bandera partidaria y con ello se dividía a España.»
»3º.-Porque no era necesario y consecuentemente solo podía producir complicaciones como ha sucedido.»
»La bandera (rojigualda) que teníamos los españoles no era monárquica sino nacional. La bandera de los Borbones fue blanca; la bandera real era un guión morado.»
»En cambio la bandera bicolor como enseña nacional fue creada por las Cortes españolas en plena efusión de liberalismo, constitucionalismo y democracia. Se tomaron colores españoles que venía usando tradicionalmente la Marina de guerra que dieron tono a los guiones reales de los Reyes Católicos (rojo) y de Carlos I (amarillo); que eran también los colores de una enseña tradicional en Aragón, Cataluña y Valencia.»
»El pueblo no anhelaba incorporar a la bandera el color morado de Castilla. No podía anhelarlo porque la masa del pueblo español ignoraba que el morado fuese el color de Castilla (...).»
»Los republicanos de la 1ª República quisieron introducir su bandera partidaria y crearon la bandera llamada republicana. Esta no llegó a tener estado oficial y ni siquiera se popularizó. Nació, según Castelar (último Presidente de la I República), en la Universidad de Barcelona, fundiendo tres colores de tres facultades. No pudo pues tener esa bandera un origen más arbitrario. Por eso no llegó a ser bandera oficial, ni nacional, ni popular. Los primeros republicanos, más sensatos que los segundos, no impusieron el cambio.»
»Ni inconmovible, ni imperdurable ni eterna es la bandera tricolor porque no ha nacido del pueblo sino de una minoría sectaria.»
»No crearon pues un símbolo nacional que ya estaba creado con ese carácter sino uno de lucha partidario, haciendo prevalecer a las ideas de Nación y Patria las de República.»
»Hoy los españoles están divididos en torno a dos banderas: tal es elfruto de aquel error (...).»
»Hay un manifiesto artificio. La injusticia de las persecuciones nada tiene que ver con los colores de la bandera de España. Algunos se apoderaron del grito de ¡Viva España! y se colgaron en sitio bien visible un crucifijo para proceder en nombre de Dios y no por eso los españoles debemos dejar de gritar ¡Viva España! ni los que sean católicos o sean protestantes deben renegar de la moral cristiana.»
Nuestros progres tildarán este texto de reaccionario o incluso fascistoide. Les aclararé quien es el autor: el que fuera Jefe de Estado Mayor del Ejército Popular de la República, condecorado con la Placa Laureada de Madrid (máxima distinción militar otorgada únicamente en cuatro ocasiones). Se trata del Teniente General Vicente Rojo. Un hombre honrado. Un militar ejemplar. Un español orgulloso de serlo y que en este artículo reflejó no solo su sentimiento sino su conocimiento de la realidad histórica.
Recordemos que la Constitución gaditana de 1812 (ese revolucionario texto que estableció la soberanía nacional, la igualdad entre los españoles y los principios básicos del Estado moderno) creó una unidad cívica para defenderla: la Milicia Nacional.
Constitución de Cádiz
Pues bien, la bandera de esa Milicia Nacional fue la rojiguada, 23 años antes que la estableciera el Decreto de Isabel II. Esa fue también la bandera nacional de la I República presidida, entre otros, por dos ilustres catalanes, Pi i Margall y Estanislao Figueras. Y con esa bandera se envolvió a su muerte el cuerpo de su tercer Presidente, Nicolás Salmerón… uno de los responsables, ¡¡lo que son las cosas!!, de Solidaridad Catalana.
El hecho nacional tiene un fuerte componente sentimental, incluso irracional. Así, sentimos como propios hechos ajenos tales como las victorias de Alonso en automovilismo (aunque no sepamos conducir) o de la «roja» (aunque no nos guste el fútbol).
No tengo un criterio idolátrico de la enseña nacional. Pero todas lassociedades precisan de símbolos de unión. Y por ello envidio profundamente el respeto que, por ejemplo, en el sur de Estados Unidos se tiene por su bandera (la de la barra y estrellas)… a la que sus antepasados combatieron en la terrible Guerra de Secesión.
Asombra el grado de analfabetismo histórico, de sectarismo primario, de ceguera política de nuestros próceres que estúpidamenteacomplejados desde 1975 por nuestra historia, bandera e himno, también tiraron por la borda los criterios básicos de comunidad civil: laeducación, la lengua y la bandera. Pero «con la bandera del color morado se efectuó la represión de Octubre de 1934. La bandera rojigualda es la bandera de España y España no son los reaccionarios», afirmó Santiago Carrillo el 23/4/77, Secretario General del PC, partido que fue el gran referente antifranquista (en realidad el único operativo).
El nacionalismo disgregador, digámoslo claramente, el separatismo, se fundamenta sobre tres pilares: «escuela, lengua y bandera». Palabras de Jordi Pujol de hace 30 años, no proféticas sino programáticas. Y de las que nadie se enteró o quiso enterarse.
Y, ¿qué quieren que les diga?, yo, como Azaña, como Vicente Rojo, como Juan Martín «el Empecinado», como Estanislao Figueres, como Unamuno, como Prieto y Besteiro, como tantos otros olvidados o no leídos, pienso y creo en una sociedad con todos, en una familia común que me empecino en seguir llamando España.
Y cuya bandera, no de la Monarquía ni de los reaccionarios, sino de los españoles, es la rojigualda.
Pues bien, la bandera de esa Milicia Nacional fue la rojiguada, 23 años antes que la estableciera el Decreto de Isabel II. Esa fue también la bandera nacional de la I República presidida, entre otros, por dos ilustres catalanes, Pi i Margall y Estanislao Figueras. Y con esa bandera se envolvió a su muerte el cuerpo de su tercer Presidente, Nicolás Salmerón… uno de los responsables, ¡¡lo que son las cosas!!, de Solidaridad Catalana.
El hecho nacional tiene un fuerte componente sentimental, incluso irracional. Así, sentimos como propios hechos ajenos tales como las victorias de Alonso en automovilismo (aunque no sepamos conducir) o de la «roja» (aunque no nos guste el fútbol).
No tengo un criterio idolátrico de la enseña nacional. Pero todas lassociedades precisan de símbolos de unión. Y por ello envidio profundamente el respeto que, por ejemplo, en el sur de Estados Unidos se tiene por su bandera (la de la barra y estrellas)… a la que sus antepasados combatieron en la terrible Guerra de Secesión.
Asombra el grado de analfabetismo histórico, de sectarismo primario, de ceguera política de nuestros próceres que estúpidamenteacomplejados desde 1975 por nuestra historia, bandera e himno, también tiraron por la borda los criterios básicos de comunidad civil: laeducación, la lengua y la bandera. Pero «con la bandera del color morado se efectuó la represión de Octubre de 1934. La bandera rojigualda es la bandera de España y España no son los reaccionarios», afirmó Santiago Carrillo el 23/4/77, Secretario General del PC, partido que fue el gran referente antifranquista (en realidad el único operativo).
El nacionalismo disgregador, digámoslo claramente, el separatismo, se fundamenta sobre tres pilares: «escuela, lengua y bandera». Palabras de Jordi Pujol de hace 30 años, no proféticas sino programáticas. Y de las que nadie se enteró o quiso enterarse.
Y, ¿qué quieren que les diga?, yo, como Azaña, como Vicente Rojo, como Juan Martín «el Empecinado», como Estanislao Figueres, como Unamuno, como Prieto y Besteiro, como tantos otros olvidados o no leídos, pienso y creo en una sociedad con todos, en una familia común que me empecino en seguir llamando España.
Y cuya bandera, no de la Monarquía ni de los reaccionarios, sino de los españoles, es la rojigualda.
1.2.14
La Diputación abre hasta el 24 de febrero el plazo para formular observaciones a la Bandera de la Provincia
JAÉN, 31 Ene. (EUROPA PRESS) -
La Diputación de Jaén ha abierto este viernes el plazo para que las personas o entidades interesadas puedan presentar las observaciones que estimen convenientes a la Bandera de la Provincia antes de la aprobación definitiva de este nuevo símbolo institucional.
Según ha indicado este viernes la Diputación en una nota, el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía (BOJA) ha publicado el acuerdo adoptado por el pleno de la Diputación el pasado 26 de diciembre para iniciar el procedimiento para la adopción e inscripción de la Bandera de la Provincia en el Registro Andaluz de Entidades Locales.
Ahora, con la apertura del plazo para presentar observaciones, "se da cumplimiento a la publicidad preceptiva de este acuerdo plenario que posibilitará que la provincia de Jaén cuente con una bandera oficial, elemento gráfico que representa la identidad de la provincia y que actúa como imagen de cohesión".
En concreto, durante 20 días hábiles a partir de este sábado, es decir, hasta el 24 de febrero, las personas interesadas, incluidas asociaciones vecinales y aquellas otras cuyo objeto social esté directamente relacionado con la conservación y promoción del patrimonio histórico, artístico y cultural, podrán formular observaciones a la Bandera de la Provincia, de conformidad con la Ley 6/2003, de 9 de octubre, de símbolos, tratamiento y registro de las Entidades Locales de Andalucía y la Orden de 17 de septiembre de 2010, por la que se desarrolla la organización y el funcionamiento del Registro Andaluz de Entidades Locales.
Para el diseño de la bandera se ha plasmado el escudo de la provincia inscrito como símbolo en el Registro de Entidades Locales de Andalucía en 2008, y que se basa en las armas de Fernando III con la Faz del Santo Rostro, sobre un fondo verde que evoca la extensión de olivar, de la campiña y de los espacios naturales de la provincia.
Desde la Diputación se quiere destacar que la bandera se suma así a "otros elementos identificativos" de la provincia como el himno o el propio Día de Provincia de Jaén, cuya instauración se ha enmarcado en la conmemoración del Bicentenario de la Administración Provincial (1813-2013).
La Diputación de Jaén ha abierto este viernes el plazo para que las personas o entidades interesadas puedan presentar las observaciones que estimen convenientes a la Bandera de la Provincia antes de la aprobación definitiva de este nuevo símbolo institucional.
Según ha indicado este viernes la Diputación en una nota, el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía (BOJA) ha publicado el acuerdo adoptado por el pleno de la Diputación el pasado 26 de diciembre para iniciar el procedimiento para la adopción e inscripción de la Bandera de la Provincia en el Registro Andaluz de Entidades Locales.
Ahora, con la apertura del plazo para presentar observaciones, "se da cumplimiento a la publicidad preceptiva de este acuerdo plenario que posibilitará que la provincia de Jaén cuente con una bandera oficial, elemento gráfico que representa la identidad de la provincia y que actúa como imagen de cohesión".
En concreto, durante 20 días hábiles a partir de este sábado, es decir, hasta el 24 de febrero, las personas interesadas, incluidas asociaciones vecinales y aquellas otras cuyo objeto social esté directamente relacionado con la conservación y promoción del patrimonio histórico, artístico y cultural, podrán formular observaciones a la Bandera de la Provincia, de conformidad con la Ley 6/2003, de 9 de octubre, de símbolos, tratamiento y registro de las Entidades Locales de Andalucía y la Orden de 17 de septiembre de 2010, por la que se desarrolla la organización y el funcionamiento del Registro Andaluz de Entidades Locales.
Para el diseño de la bandera se ha plasmado el escudo de la provincia inscrito como símbolo en el Registro de Entidades Locales de Andalucía en 2008, y que se basa en las armas de Fernando III con la Faz del Santo Rostro, sobre un fondo verde que evoca la extensión de olivar, de la campiña y de los espacios naturales de la provincia.
Desde la Diputación se quiere destacar que la bandera se suma así a "otros elementos identificativos" de la provincia como el himno o el propio Día de Provincia de Jaén, cuya instauración se ha enmarcado en la conmemoración del Bicentenario de la Administración Provincial (1813-2013).