Especialistas del INAH trabajaron en la restauración y conservación de piezas emblemáticas del movimiento de Independencia y Revolución
CIUDAD DE MÉXICO, México, ene 3, 2011.- Piezas y documentos de alto valor artístico e histórico, que evocan episodios clave de la Guerra de Independencia y de la Revolución Mexicana, fueron sometidas a procesos de restauración y conservación por parte de especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), con el fin de garantizar su preservación para la posteridad.
Uno de estos objetos de gran significado histórico es la Bandera de la Intervención de 1914, que cubrió el cuerpo sin vida del teniente José Azueta Abad, abatido durante la segunda Intervención Norteamericana en el puerto de Veracruz.
La insignia de seda verde, blanca y roja, con un escudo nacional pintado al centro directamente sobre la tela, que se encontraba severamente dañada principalmente por los rayos ultravioleta, recuperó su esplendor gracias al trabajo que realizaron en abril especialistas del INAH.
El estandarte de Francisco I. Madero, enarbolado por el ex presidente de México en el club Democrático Antirreeleccionista de San Pedro, Coahuila, fundado en enero de 1909, y considerada pieza emblemática de la génesis de la Revolución Mexicana, finalizó su proceso de rehabilitación en mayo.
La pieza está elaborada en raso de seda y algodón, su diseño es el de un pentágono irregular y en la parte de arriba está pintada la leyenda: Club Democrático Antirreeleccionista de San Pedro, Coahuila. En el centro presenta la imagen de un gorro frigio (caperuza) de color rojo, rodeado por un resplandor de 45 rayos y la palabra libertad. Esta especie de capucha era un emblema libertario del siglo XVIII utilizado por los liberales mexicanos a lo largo del siglo XIX.
También, a finales de mayo, se recuperaron las Banderas de Ignacio Allende; el par de insignias —que fueron enviadas en 1814 por Félix María Calleja al rey Fernando VII como trofeos de guerra ganados en la Batalla de Puente de Calderón, en enero de 1811—, llegaron a México procedentes de España, luego de un acuerdo entre ambos países.
A cambio, México devolvió las Banderas de Barradas, últimas insignias que defendieron los realistas en tierras mexicanas, arrebatadas al general Isidro Barradas en 1829: Legión Real y El Rey a la Fidelidad; la primera de ellas fue donada, mientras que la segunda fue cedida por un periodo de cinco años.
Previo al intercambio, éstas fueron sometidas a un proceso minucioso de restauración, a cargo de un grupo de especialistas de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH.
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