Un informe de Jovellanos que acaba de ver la luz aclara los motivos por los que el ilustrado rechazó escudos del Principado muy distintos al actual
Los asturianos han asumido hace años que el escudo del Principado lo compone la Cruz de la Victoria en fondo azul. Pero hace más de dos siglos la historia pudo cambiar si no llega a ser por Jovellanos. El ilustrado rechazó las versiones que apoyaban que el escudo debería ir sobre fondo rojo -primero a la derecha-, llevar leones, castillos y copones -segundo a la derecha- o simplemente adoptar el que ahora es el de la ciudad de Oviedo, la Cruz de los Ángeles. Al final, se optó por uno en el que se basa el actual (tercero a la derecha).Gijón, Pablo GONZÁLEZ
Asturias representada por una bandera con tres suelas de zapato negras, o por un león, un castillo y dos cálices o incluso por la Cruz de los Ángeles, símbolo de la ciudad de Oviedo. Así podría haber sido el escudo de la bandera del Principado de no haber mediado la figura y los conocimientos de Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 1744-Puerto de Vega, Navia, 1811). El político ilustrado fue el encargado de dar forma al distintivo que hoy luce el Principado: la Cruz de la Victoria, con el alfa y el omega en sus brazos, sobre fondo azul y enmarcado con la inscripción «hoc signo tuetur pius; hoc signo vincitur inimicus» («con este signo sean protegidos los piadosos; con este signo sean vencidos los enemigos»).
La historia de los supuestos blasones del Principado fue recopilada por Jovellanos en un informe que le solicitó en 1794 Francisco Bernaldo de Quirós, marqués de Camposagrado, para desentrañar qué bandera debería enarbolar el regimiento con el que se quería dotar a la región. El contenido del documento se conoce desde hace años gracias a una transcripción posterior. Pero tuvo que ser el empresario asturmexicano Juan Antonio Pérez Simón quien, en una subasta, se hiciera con uno de los manuscritos originales que se creen que existen para donarlo a la Junta General del Principado.
El informe, dictado por el ilustrado gijonés a su secretario José Acebedo Villarroel, aparece plagado de correcciones del puño y letra del propio Jovellanos, que hasta ahora eran desconocidas. Éstas están siendo estudiadas por Elena de Lorenzo, investigadora del Instituto Feijoo y profesora del Departamento de Filología Española de la Universidad de Oviedo. De su primer análisis, De Lorenzo deduce que las anotaciones de Jovellanos «añaden muy poco» al texto conocido y que más que nada «son correcciones de estilo o introduce matices para ser menos crudo» en sus argumentos contra las teorías previas de otros autores sobre cuál es el escudo del Principado.
Lo cierto es que en su informe Jovellanos acude a las pocas referencias existentes sobre el blasón astur, y como buen ilustrado las va refutando con la razón por delante. «Todo está basado en conocimientos históricos y en reflexiones documentadas», señala De Lorenzo. De esta forma, Jovellanos descarta que el escudo del Principado sea, tal y como señalan autores de los siglos XVI y XVII, «tres suelas de zapato negras en campo (fondo) amarillo». Ante la ausencia de una explicación fiable para Jovellanos sobre por qué este escudo y no otro -los autores lo atribuyen a la representación de «las gentes que anduvieron por aquellos montes (que) sólo se prevenían de suelas de zapatos para el reparo de sus pies»- el ilustrado tira de ironía: «Me parece que será mejor andar descalzos que calzados con estas suelas». También descarta la versión que coloca la Cruz de los Ángeles sobre fondo rojo como el blasón de toda la región. En su informe asegura que esta cruz es la utilizada por la catedral y la ciudad de Oviedo, como actualmente. Tampoco da por válido el que cuenta con un castillo, dos cálices y un león que aparece en un manuscrito de 1657 de Lázaro Díaz del Valle.
En cambio, Jovellanos hace suya la versión de José Manuel Trelles (1736) de que el escudo de Asturias no debe ser otro que la Cruz de la Victoria, imitación a la que Pelayo llevaba como estandarte en las batallas. Jovellanos refuerza la teoría recalcando que la Cruz de la Victoria ya aparece en edificios vinculados a la Monarquía asturiana, tanto civiles (Foncalada) como religiosos (Valdediós) y se sabe que fue adoptada por el rey Alfonso III El Magno como insignia. Al final, recomienda el uso de la Cruz de la Victoria en plata, con las letras alfa y omega en oro colgando de sus brazos y el fondo rojo o azul.
Y todo esto después de reconocer que investigar cuál es el verdadero blasón del Principado «excita una duda no presentada en mi imaginación». Una duda que Jovellanos quiso despejar -«es la primera vez que Asturias se dota de un símbolo identitario», señala De Lorenzo- y en la que subyace la punta de iceberg de su idea de cómo debería ser Asturias en un tiempo en el que se está pensando en cómo organizar la región a nivel político, administrativo y militar. Jovellanos aboga por la separación de poderes (repartir el poder político, militar y el hacendístico entre tres gobernadores), y apuesta por la potenciación del puerto de Gijón y del carbón para la exportación de su excedente. La ecuación jovellanista también incluye la formación de mineros y marinos (en 1794 logró la creación en Gijón del Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía). Es decir, mano de obra para extraer el carbón y para transportarlo fuera de la región a través de infraestructuras también planteadas por Jovellanos como la Carretera Carbonera (Langreo-Gijón). «El ciclo», como señala De Lorenzo, «que fue el modelo de la región durante los últimos 200 años».
Jovellanos, siempre con buena letra y con datos
El documento original de Jovellanos -bajo estas líneas- fue escrito por su secretario, aunque cuenta con numerosas anotaciones al margen del ilustrado -en la imagen de la derecha-. Estos apuntes aportan poco al contenido del informe, que ya se conocía por una transcripción del XIX, ya que fundamentalmente se trata de correcciones de estilo.
La Nueva España
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