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1.12.15

"El rey Teobaldo no quiso inventar el escudo de Navarra, le salió de chiripa"


JESÚS RUBIO. MADRID

El heraldista Faustino Menéndez Pidal y Navascués (Zaragoza, 1924) tiene varios honores en su vida. Uno, haber recibido el Premio Príncipe de Viana en 2011 por su investigación de escudos, sellos y demás emblemas. Otro, menos tangible pero quizá más relevante, es haber desenmascarado una leyenda, la que unía la batalla de las Navas de Tolosa con las cadenas del escudo de Navarra. Menéndez Pidal demostró que esas cadenas surgen como una evolución paulatina desde un sello en el que aparecía el rey Teobaldo I con un escudo de guerra reforzado con una pieza llamada bloca. Conforme pasó el tiempo, el dibujo de esa bloca se fue pareciendo más a unas cadenas cruzadas, dejó de ser un mero elemento del dibujo y se convirtió en emblema de Navarra, sin que la famosa batalla tuviera nada que ver. El escudo es el principal atributo de la bandera de la Comunidad foral, que surgió mucho más tarde, en 1910.

¿Por qué surge la bandera de Navarra?

La relegación de los escudos y la magnificación de la bandera vino por la transformación de la sociedad. La individualidad queda reducida, minusvalorada. La bandera es una indicación de masa, no algo que lleva una persona, como sí lo es escudo. Como con el pensamiento nuevo vale la cantidad, y no la calidad, prima la bandera.

¿Por qué es roja?

Primero, porque es el campo del escudo del Navarra. Pero además hay antiguas leyendas que dicen que los reyes primitivos de Navarra, antes de poner las “cadenas”, tenían un escudo rojo liso. Eso parece que en Navarra no lo sabían cuando Euskadi, tras el pleito que hubo para que quitaran de su escudo las cadenas de Navarra, dejaron rojo un cuartel (una de las zonas en que se divide un escudo). No lo hicieron ingenuamente, pero Navarra se quedó calladita.

¿Cómo fue aquello?

Euskadi sacó un escudo, a partir de los emblemas de las tres provincias vascas, de las francesas y de Navarra. Desde el punto de vista heráldico era un engendro. ¡Si hasta los ordenaban alfabéticamente! En heráldica el escudo de una persona son sus cuatro apellidos, primero, segundo, tercero... no por orden alfabético. Ese escudo mezclaba temas de armería de solera con cosas de antes de ayer. Además, le quitaron lo que no les gustaba: en Vizcaya dos lobos, que olían a Castilla (eran símbolo de una familia castellana y aparecían en el escudo hasta 1986) y en Guipúzcoa la referencia a Enrique IV (la figura de un rey sentado que remite a este monarca castellano, eliminada en 1979),…

Me decía que el concepto de bandera ha cambiado mucho.

Muchísimo. En el concepto antiguo, la bandera era un concepto único, irrepetible. Era ese objeto, no puedes hacer una copia. El concepto moderno es una concepción de colores que puedes hacer grande o chica, o crear 40 copias... Antes era un objeto, ahora es un emblema.

Hablemos del escudo de Navarra. ¿Respeta las reglas heráldicas?

Claro. Es curioso cómo se ha llegado a la explicación del escudo. Es una larguísima historia.

​Hágame un resumen, por favor.

​Teobaldo (rey de Navarra de 1234 a 1253) no quiso inventar el escudo de Navarra, le salió por chiripa. De cuando llega a Navarra hay documentos que tenían sellos que no se han conservado. ¿Qué pasó? Podemos pensar que los selló como conde de Champaña y que eso en Navarra sentó mal. Le dirían que tenía que hacer como los reyes de España, no como los señores franceses. Y como el Fuero Antiguo le exigía tener un sello para sus mandatos como rey de Navarra, Teobaldo presentó un sello con un escudo de guerra análogo al de su abuelo (Sancho el Sabio). Eso sí, amoldó las maneras gráficas a las formas francesas. Pero aquello era un escudo de guerra con un refuerzo (la bloca), no un escudo heráldico. Un detalle: en los capiteles de la catedral de Tudela hay una pareja de escudos, uno de ellos partido de Navarra y Champaña. La bloca incluye la parte francesa. Es decir, el que los hizo pensó que eso era un refuerzo de guerra, nunca un escudo.

Aquella bloca se convertiría en las cadenas de las Navas de Tolosa.

El Padre Moret, en el siglo XVII, se empeñó en que eran las cadenas y empezaron todos los líos. Aunque el culpable no fue del todo el padre Moret. Hubo otros autores que le advirtieron que aquella explicación no les cuadraba y parece que él dijo que lo corregiría en la segunda edición de sus Investigaciones Históricas de las antigüedades del Reyno de Navarra. Sin embargo, no hubo esa segunda edición. Pero es que la identificación del escudo como bloca es muy difícil. Cuando la estudié, trabajé con los documentos reales, los de la época. Sin embargo, para aquellos estudiosos el acceso a estos testimonios era difícil. Además, que los escudos del siglo XII tenían una bloca hoy parece de cajón, pero es algo que no se aceptó hasta entrado el siglo XX.

Usted desmintió que las cadenas del escudo fueran las de las Navas de Tolosa en el Primer Congreso de Historia de Navarra, en 1986. ¿Tuvo miedo de la reacción?

Mucho (ríe). Pensé que iban a correr. Fíjese, tocar la leyenda de las cadenas.... Pero no pasó nada, se aceptó aunque hay todavía algunos que lo dicen. Ahora bien, ¿por qué las cadenas?

Dígame.

El problema del escudo vino a la hora de dar un nombre a las rayas de la bloca, que ya en tiempo de Teobaldo II se dibujaban con unas bolitas intercaladas. Entonces le dan el nombre de algo a lo que se parece: las cadenas. Los nombres heráldicos tienden a formarse a partir de cosas parecidas, o de algo a lo que recuerdan. Eso después se mezcla con las Navas de Tolosa, donde es cierto que hubo cadenas. No estarían los esclavos, claro, sino que sería un estacado para la que la caballería no pudiera pasar, como una alambrada de hoy.

Ha habido otros escudos en la historia de Navarra. El águila negra que utilizó Sancho el Fuerte...

No es negra. Al menos, no sabemos que lo fuera. Lo que pasaba es que la tinta de los sellos era negra, no tenía color. Hay un indicio, que habrá que darle el valor que sea: Sancho el Fuerte tuvo hijos naturales, los Sánchez de Cascante, que tenían una águila de plata en campo rojo. En todo caso, el águila procede de la familia L’Aigle de Normandía, en Francia. García Ramírez, en el siglo XII, tomó el águila de esa familia y después lo retoma Sancho el Fuerte en el XIII. Es un ejemplo de emblemas de épocas antiguas que perviven no se sabe cómo y brotan más tarde.

Por cierto, ¿por qué triunfó la heráldica en aquel tiempo?

Hubo un sabio suizo, que publicó a principios del siglo XX unos libritos en los que lanzó sin darse cuenta una idea que tuvo repercusión enorme. Vio un bordado que contaba una historia como de tebeo. En aquel tiempo a los soldados no se les veía la cara porque añadían al casco un protector de la nariz, y se lo ponían sobre la cota de malla. Pues bien, la historia esa del bordado decía que en la conquista de Inglaterra por Guillermo el Conquistador hubo un momento en que los soldados piensan que su jefe no está, hasta que éste se levanta el casco. Este analista pensó, tate, los emblemas se inventan por una necesidad, la de reconocer al rey. Eso tuvo mucho éxito, porque lo de idear un remedio contra la necesidad va muy bien con nuestra mentalidad pragmática.

Sin embargo, no fue así.

Que se emplearan los escudos para eso no significa que se inventaran para eso. En el siglo XIV se crearon otro tipo de emblemas, las divisas. La del príncipe de Viana es como un lazo retorcido, la de Carlos III eran las hojas de castaño, la de los Evreux un lebrel blanco... ¿Tenían necesidad de ello? Ninguna. ¿Qué pasó entonces con los escudos heráldicos? En esos momentos se produce en toda Europa el renacimiento del siglo XI y XII. La gente se abre, se expande, y se nota en las comunicaciones, que son más frecuentes y más largas. Se complica el nombre porque ya hay muchos Rodrigos o Juanes. Empiezan los apellidos, y después la heráldica. No es un invento de ese momento, ya los hubo antes, pero no tuvieron el caldo de cultivo adecuado para alcanzar la masa crítica, esa que hizo que después se conviertan en una moda.

Diario de Navarra

30.11.15

Escudo y bandera: símbolo de todos los navarros


JAVIER MARTÍNEZ DE AGUIRRE

E L emblema de Navarra nació en un momento crítico, cuando al morir el último vástago de la dinastía pirenaica accedió al trono Teobaldo I de Champaña, gobernante "de extraña tierra y extraño lenguaje". Casi cien años después, en 1328, otra crisis dinástica, la de los llamados "reyes malditos", afectó al reino navarro, entonces gobernado desde París. Una leyenda relacionó el final del linaje de Hugo Capeto con la maldición que habría pronunciado Jacques de Molay, el último Gran Maestre de la Orden del Temple, mientras ardía en la hoguera.

Durante trescientos años, los Capeto establecidos en el trono de Francia habían tenido hijos varones que heredaron y transmitieron el derecho a la corona. Así hasta Felipe IV el Hermoso, el destructor de los templarios, que había casado con Juana I de Navarra. Tras su muerte, sus hijos Luis el Hutín, Felipe el Largo y Carlos el Calvo fueron sucesivamente reyes de Francia y de Navarra, sin que ninguno dejara descendencia masculina (Juan el Póstumo, hijo del Hutín, apenas vivió unos días). En 1328 París y Pamplona se encontraron con el problema de que la línea capeta por varonía había llegado a su fin. Pero existía una diferencia fundamental, ya que en Navarra el derecho a gobernar recaía en la hija de Luis el Hutín, Juana, casada con Felipe de Évreux. De este modo, la crisis se resolvió con un acuerdo entre primos: Felipe VI de Valois ostentaría la corona de Francia y Juana II y Felipe de Évreux la navarra.

Los preparativos para recibir, por fin, a los soberanos se aceleraron en Pamplona. Los canónigos modificaron el proyecto del monumental refectorio catedralicio que estaban construyendo para convertirlo en digno escenario de banquetes de coronación. En las claves de bóveda colocaron un escudo con las armas del rey de Navarra y otro con las del conde de Évreux. Pero Juana II y Felipe reunían en su persona ambos títulos, por lo que hubo que crear una nueva combinación heráldica que expresara dicha unión, esta vez basada en el cuartelado.

Era el cuartelado una manera de combinar armerías difundida en toda Europa a partir del prestigioso escudo de los reyes de Castilla y León. La solución resultaba excelente para unir dos emblemas sin que a la vista uno quedase totalmente subordinado al otro. En efecto, cuando los escudos se partían, una mitad predominaba sobre la otra. Sin embargo, el cuartelado hacía posible dar a unas armas los cuarteles primero y cuarto, quedando para las otras el segundo y el tercero. De este modo, la preponderancia del primer cuartel sobre el segundo se compensaba con la preferencia del tercero sobre el cuarto. Navarra y Évreux se combinaron de este modo: los cuarteles primero y cuarto quedaron para el carbunclo navarro, mientras las flores de lis doradas en campo azul con banda componada de plata y gules (Évreux) ocupaban el segundo y el tercero. Un pintor excepcional, Juan Oliver, nos dejó en 1335 una de las primeras muestras monumentales de la nueva combinación, en el merecidamente famoso mural de la Crucifixión del refectorio de la catedral, que hoy podemos admirar en el Museo de Navarra.

El reino de Navarra simbolizado en el refectorio de la catedral de Pamplona

Hasta este momento hemos hablado de los signos y los emblemas de los reyes, que compartieron modos de presentación y usos habituales entre los soberanos europeos de la época. Veamos ahora brevemente una singularidad navarra en el campo de la simbología medieval: el conjunto de claves de bóveda del refectorio de la catedral de Pamplona. Dichas claves, esculpidas y policromadas muy posiblemente en 1328 o 1329, representan mediante escudos de armas y señales la realidad política del reino. La formaban los principales linajes de la nobleza y las "buenas villas".

El impresionante despliegue heráldico ofrece una colorista lección visual del ser de Navarra en los años en que accedió al trono la nueva dinastía. El lugar era idóneo, puesto que el comedor canonical serviría como sala de banquetes de la coronación (quizá ya había sido utilizado con este fin el antiguo refectorio románico) y eventualmente cabría celebrar allí otros actos como reuniones de cortes. Hay en el programa figurativo del refectorio otros guiños a la monarquía: la elección de la Entrada de Cristo aclamado como rey en Jerusalén para decorar la puerta, la clave con el tema de la Coronación de la Virgen María y la presencia de un rey coronado con espada enhiesta en una ménsula inmediata a la cabecera. Para dar cabida a todos los emblemas fue necesario multiplicar el número de claves en los arcos de las bóvedas. Reservaron para los "ricos hombres" las diez de los perpiaños y para otros nobles de menor rango algunas secundarias en los arcos diagonales centrales. Las señales de las buenas villas del reino aparecen en los arcos diagonales de los tramos septentrionales.

Larga vida al cuartelado Navarra-Évreux

El cuartelado estaba llamado a perdurar más allá de la posesión del condado de Évreux por los reyes navarros, incluso más allá de la continuidad de la dinastía que lo había originado. Gracias a los viajes de Carlos III, fue conocido en toda Europa. Tras la muerte del rey Noble, sería combinado con las armas de Aragón y Sicilia en el escudo de Juan II (1425-1479), el ambicioso esposo de doña Blanca y padre del Príncipe de Viana. Y poco después con las de Foix, Bearne, Bigorra, Aragón, Castilla y León en el complejo blasón de Francisco Febo (1479-1483).

El cuartelado preside algunas de las más valiosas creaciones artísticas de los siglos XIV y XV, desde las claves de las naves de la catedral iruñesa o las ventanas del palacio de Olite, hasta el relicario de San Saturnino en su parroquia de Pamplona. Y no siempre en obras financiadas por los monarcas. La humilde iglesia de Olloqui, cerca de Pamplona, conserva unas espectaculares pinturas murales que repiten cuatro veces el combinado Navarra-Évreux.

Los navarros se sentían representados por dicha combinación propia de la autoridad que daba unidad al territorio. Dentro del cuartelado, el carácter específicamente navarro de las cadenas (en el siglo XV ya eran denominadas así) era conocido por todos. Estaban prestigiadas y solicitadas. Un hijo bastardo de Carlos III, don Lancelot, creó sus propias armerías cuartelando las cadenas con las armas imaginarias de Lanzarote del Lago. Cuando Sancho Sánchiz de Oteiza alcanzó la cátedra episcopal de Pamplona (1420), empezó a utilizar un nuevo escudo con cruz de gules cargada de cadenas doradas. Asimismo los Peralta incluyeron en su escudo un mantelado de Navarra concedido por el rey. El famoso Privilegio de la Unión por el que se unificaron los barrios pamploneses en 1423 determinó la creación de una nueva enseña para la ciudad, con orla constituida por "un renc de nuestras armas de Nauarra, de que el campo será de gueulas et la cadena que yra alderredor, de oro".

Las cadenas fueron incluidas en los escudos de multitud de localidades navarras. Las encontramos en labras renacentistas o barrocas de Tudela, Estella, Tafalla, Sangüesa, Viana, etc. En la actualidad son más de veinte los municipios que las portan. Tulebras, Pueyo, Bargota, Igúzquiza y Lerga traen o han traído las cadenas como emblema propio. Cabanillas, Milagro, Artajona, Espronceda, Mañeru, Navascués, Petilla de Aragón, Echarri Aranaz, Villava y Tirapu llevan o han llevado algún cuartel con las armas del reino.
Del siglo XVI en adelante los navarros siguieron afirmando su identidad perfectamente integrada en la monarquía española a través de las cadenas. No se perdía ocasión. Las recopilaciones de leyes del reino, las monedas aquí batidas, las publicaciones históricas, etc., dieron pie a su ostentación, con diseños que a menudo abandonan las esferillas para reproducir eslabones de manera perfectamente reconocible.
El enfrentamiento entre beamonteses y agramonteses, tan candente todavía en el siglo XVI, tuvo una vertiente emblemática que no afectó a las cadenas, por ser aceptadas como propias por ambas facciones. Los agramonteses, que reivindicaban el trono para los últimos reyes privativos y sus descendientes, se identificaban con las lises; los beamonteses se quejaron en ocasiones de los desprecios hechos al águila que representaba el poder del emperador Carlos V. Un texto anónimo de comienzos del siglo XVII afirmaba que en el corazón de ciertos navarros de dudosa fidelidad a la monarquía española "se halla estampada muy al natural una flor de lis".

Las cadenas en el escudo de España

Al mismo tiempo, durante los siglos XVI y XVII los navarros demostraron un marcado interés por la inclusión de las cadenas en un lugar destacado dentro de los escudos realizados en Navarra con las armas de los reyes de España. Los de Fernando el Católico en la catedral de Pamplona las sitúan cortadas con las de Aragón en el segundo cuartel. La imponente labra del Palacio Real de Pamplona (hoy Archivo General de Navarra) les dedica la mitad diestra del segundo cuartel, partidas con los palos aragoneses. En cambio, por avatares dinásticos un particular diseño de las armas de Navarra ocupó un espacio preeminente en las armas de los reyes franceses de la dinastía de Borbón.

Entre las sucesivas reorganizaciones del escudo de España en el siglo XIX (iniciadas con una composición fundamentalmente territorial de tiempos de José Bonaparte) algunas acabaron confiriendo protagonismo a las cadenas. Durante la Primera República fue utilizado un cuartelado de Castilla, León, Aragón y Navarra, con la granada en la punta, que alcanzó cierta continuidad dentro de una compleja variedad de armas.

Ya en el siglo XX, el escudo de España promulgado en 1938 por Franco respondió a la intención de diferenciarse tanto de las novedades del XIX como de los diseños borbónicos. Para conseguirlo se inspiraron en lar armas de los Reyes Católicos, con un importante cambio: el cuartel de Navarra sustituyó al de Aragón-Sicilia. De esta forma, en términos de protagonismo se mantiene lo conseguido en la centuria anterior. En 1981 se retomó la composición de 1868 en que Navarra ocupaba el cuarto cuartel.

El escudo y la bandera de Navarra en la actualidad

Vimos en un artículo anterior que los diseños oficiales del escudo y la bandera de Navarra fueron aprobados y utilizados públicamente por vez primera en 1910, en el marco de la preparación de la conmemoración de la batalla de las Navas de Tolosa.

Los conflictos políticos del siglo XX, que cristalizaron en la terrible Guerra Civil de 1936, dejaron su huella en el devenir del escudo. En 1931, durante la Segunda República, la corona real fue sustituida temporalmente por una mural. En 1937 Franco concedió a Navarra la cruz laureada de San Fernando, que debía ser grabada en sus escudos. La Diputación no tardó en aprobar un nuevo diseño publicado en el Boletín Oficial de la Provincia de Navarra, con la laureada y la corona real. La presencia de la cruz habría de generar décadas más tarde una apasionada polémica resuelta con su supresión en el escudo que describe la Ley Orgánica 13/1982 de reintegración y amejoramiento del Régimen Foral.

En 1986 y 2003 se promulgaron leyes para regular el uso de los símbolos de Navarra: bandera, escudo e himno. En la primera era expreso el deseo de evitar que algún partido, sindicato o asociación se apropiara de la bandera, símbolo que había de ser de todos los navarros. La segunda, más desarrollada, intentaba hacer frente a la amplia casuística de incumplimientos, principalmente por parte de quienes deseaban y desean hacer ostentación de la ikurriña, bandera oficial del País Vasco que navarros de ideología abertzale sienten como propia. La atención de los políticos se ha centrado en los artículos 6 a 10, referentes al uso, ubicación preferente y orden de colocación. En cambio, las medidas relativas al conocimiento y promoción en los ámbitos educativo y local no han sido impulsadas. Merecería la pena ponerlas en marcha.

¿Con qué fin? ¿Con un horizonte de navarrismo ensimismado? Todo lo contrario. El reino de Pamplona, germen de nuestra actual comunidad, no nació de un pasado institucional interrumpido, ni de un pueblo homogéneo en busca de su destino, sino como proyecto de futuro para grupos humanos que querían emprenderlo juntos. No hubiera perdurado sin sacar partido a la complementariedad y al acuerdo. Ha sufrido graves conflictos, siendo los peores los intestinos, y ha progresado acogiendo una y otra vez a pobladores de muy distintos orígenes. No era tierra de leche y miel, que incitara al exceso o a la holgazanería. Con trabajo duro, en ocasiones abandonando la tierra de sus antepasados, quienes nos antecedieron pusieron el fundamento de nuestra prosperidad. En nuestra mochila lo llevamos todo, lo bueno y lo malo. Hoy sabemos que nuestro escudo no nació de una hazaña guerrera (por fortuna), sino con la llegada de un ilustre inmigrante, Teobaldo I, a quien el reino dio acogida (interesada). También, que no había esmeralda cegadora en su centro, sino un sencillo cuadrifolio. De todo esto son símbolo nuestra bandera, nuestro escudo y nuestro himno. Bien visto, todo puede ser compartido por quienes han llegado hace poco y ya son navarros, por "los de toda la vida" y por quienes siguen siendo navarros en la distancia, en un mundo global. En nuestra mano está conseguirlo.

Diario de Navarra

29.11.15

Así llegaron las 'cadenas' al escudo y la bandera de Navarra


JAVIER MARTÍNEZ DE AGUIRRE

En los comienzos del siglo XXI las banderas ocupan lugar de honor entre las representaciones simbólicas de uso cotidiano. Países, regiones y ciudades, empresas y asociaciones de todo tipo las emplean como signo de identidad. A diario sirven sus colores para proyectar sentimientos y compartir compromisos. Pero no debemos confundir la antigüedad de una institución con la del símbolo que la representa, ni tampoco la realidad histórica con las explicaciones más o menos legendarias que sobre los símbolos se han podido acumular a lo largo de los siglos.

No debe sorprendernos que el diseño de la bandera oficial de Navarra tenga poco más de cien años (los cumplió en 2010), puesto que son excepcionales las enseñas cuya materialidad remonta a época medieval. Para la creación del modelo se siguió una práctica habitual en la configuración de estandartes, consistente en sobreponer un escudo a una tela de las dimensiones adecuadas. La elección del color rojo para el tejido, como veremos, coincide con antecedentes de enorme interés.

En cuanto al escudo oficial, también en 1910 decidieron que incluyera “cadenas de oro sobre fondo de gules con una esmeralda en el centro de unión de los ocho brazos de eslabones”. La forma y al enlace de las cadenas habrían de inspirarse en los eslabones “auténticos” que poseía la Diputación. Los prohombres de comienzos del siglo XX estaban convencidos de que dichos eslabones habían formado parte de las cadenas traídas por Sancho el Fuerte “como glorioso trofeo” de la batalla de las Navas de Tolosa (1212). Pensaban también que el propio monarca había cambiado su escudo de armas como consecuencia de la victoria. A día de hoy no contamos con pruebas que certifiquen la datación de los eslabones, pero sí sabemos que al menos en sus primeros cien años el escudo de Navarra no tuvo nada que ver con la hazaña guerrera. La leyenda de las “cadenas” ganadas por Sancho VII es exactamente eso: un hermoso relato elaborado en el siglo XV. Fue Faustino Menéndez Pidal, galardonado con el premio Príncipe de Viana de la Cultura en 2011, quien desentrañó el verdadero origen del emblema, creado en unas circunstancias históricas concretas que intentaré resumir.

LOS SIGNOS DE LOS REYES NAVARROS

Antes de que se desarrollara el sistema heráldico en el siglo XII, los reyes pamploneses, como el resto de sus coetáneos, habían empleado signos de suscripción que servían para atestiguar la veracidad de los documentos. Se trataba de signos personales, que no representaban al reino como tal. Sancho el Mayor y sus descendientes utilizaron como signo diversas variantes de la forma en cruz. En 1134, cuando aragoneses y navarros separaron sus destinos, accedió al trono de Pamplona García Ramírez el Restaurador, casado con una noble del norte de Francia, Margarita de l’Aigle (el Águila), cuya familia había empezado a utilizar el águila como signo transmisible a los herederos, conforme a los usos del naciente sistema heráldico.

El reinado de García Ramírez (1134-1150) coincide con los años de la difusión inicial en España de los emblemas heráldicos. El hijo de García y Margarita, Sancho VI el Sabio (1150-1194), todavía recurrió a un diseño cruciforme como signo, pero su nieto, Sancho VII el Fuerte (1194-1234), prefirió suscribir los documentos dibujando la silueta de un águila con alas y garras extendidas, originario probablemente de la familia de su abuela.

A Sancho el Sabio pertenece el primer sello conservado de un monarca navarro. Se le ve a caballo, portando un escudo adornado con lo que entonces se llamaba bloca, el refuerzo habitual en los paveses lujosos de la época. Se trataba de un complemento metálico formado por una pieza central o umbo de la que partían barretas cuyos extremos podían adornarse de distintos modos (en el sello de Sancho VI tienen forma de flor de lis). Como los sellos no se policromaban, desconocemos si el escudo que habitualmente llevaba Sancho VI estaba coloreado.

TEOBALDO I Y EL ESCUDO DE NAVARRA

En 1234 Sancho VII el Fuerte falleció sin hijos que pudieran heredar la corona. El derecho sucesorio correspondió a su sobrino Teobaldo, hijo de una hermana del difunto rey llamada Blanca, que había casado con el conde Teobaldo III de Champaña. Era Champaña uno de los territorios más prósperos de Francia, favorecido por la celebración de ferias a las que acudían mercaderes de toda Europa. El joven Teobaldo, culto y aficionado a la música y a la poesía, ya disponía de un emblema heráldico como conde champañés. Pero la dignidad regia era muy superior a la condal y los navarros le solicitaron que utilizara otro emblema para representar su nueva jurisdicción. Lo sucedido a continuación se deduce de un capitel doble conservado en la actual catedral de Tudela.

El edificio de Santa María de Tudela estaba siendo sometido a una total transformación. En el lugar de la antigua mezquita mayor, consagrada para el culto cristiano tras la conquista de la ciudad, se estaba construyendo la hermosa iglesia que ha llegado a nuestros días. Pero las obras avanzaban sin prisas. En 1234 faltaban por elevar al menos los pilares más cercanos a los pies. Para señalar la participación del nuevo rey champañés en las obras, se colocaron capiteles con dos escudos: uno totalmente rojo (de gules llano, diríamos utilizando la terminología heráldica); el otro, partido por la mitad: su parte derecha es también completamente roja, mientras que la izquierda se ve azul, con una banda blanca en diagonal, en representación de las armas del conde de Champaña. Sobre ambas mitades se extiende una bloca o refuerzo del escudo, en este caso con umbo central en forma de cuadrifolio. El hecho de que la bloca recubra las dos partes y no solo la mitad de color rojo evidencia que dicha bloca carece de significado heráldico y simplemente figura el complemento que tenían los paveses lujosos medievales. Los ocho brazos radiales no terminan en adornos como en el sello de Sancho VI, sino que sus extremos están unidos por una barreta continua que recorre todo el perímetro. De este modo, el escudo creado para Teobaldo I tras su acceso al trono reunía su emblema como rey de Navarra (de gules llano), que ocupaba la mitad del escudo (lado principal), con el de los condes de Champaña (de azur, banda cotizada de plata) presentado en la otra mitad (lado secundario).

En muy poco tiempo, lo que había sido inicialmente adorno (la bloca radiada como refuerzo metálico) pasó a ser visto como mueble heráldico constitutivo de las armas del rey de Navarra. El cambio quedó consolidado en tiempos de su hijo Teobaldo II (1253-1270). El escudo del rey de Navarra tuvo desde entonces como elemento principal el refuerzo metálico radial, forma que en vocabulario heráldico medieval se denominaba carbunclo, dado que el diseño radial era interpretado como los rayos de un carbunclo o piedra luminosa engastada en el centro del escudo.

No es posible confirmar ni descartar que el color rojo hubiese sido empleado como emblema por los reyes navarros con anterioridad a Teobaldo I. Quizá ya era así en tiempos de Sancho VI. No está de más recordar que la Genealogía Latina de los Reyes de Navarra, escrita hacia 1400, adjudicaba a Íñigo Arista y a su hijo un escudo completamente rojo (isti duo habent in armis campum rubeum tantum). Estas atribuciones forman parte de lo que se suele llamar heráldica imaginaria, consistente en crear armerías para personajes que vivieron en tiempos anteriores al desarrollo del sistema heráldico. Ahora bien, el hecho de que coincida este color rojo con lo que vemos en el capitel tudelano despierta una duda: ¿tenían los autores de dicha Crónica información acerca de usos heráldicos antiguos (del siglo XII) que no han dejado otras huellas en la documentación? ¿O bien estamos ante una mera invención, como otras armas que concibieron sin ninguna base para personajes de época preheráldica?

Con independencia de este indicio literario, cabe concluir que, antes de que naciera el emblema de las “cadenas”, el color rojo ya había servido para identificar al reino navarro, mientras que el águila había sido un signo personal de Sancho VII el Fuerte. En consecuencia, no tiene sentido considerar el águila como el más antiguo emblema de Navarra, bien de su ámbito territorial, bien de la comunidad de sus pobladores, y menos aún de la antigua tierra o comunidad de los vascones.

LAS CADENAS DE LAS NAVAS

Hasta ahora me he referido en ocasiones a las “cadenas” de Navarra poniendo la palabra entre comillas. Veamos por qué. Como acabamos de comprobar, el escudo de Navarra con barretas lisas inventado para Teobaldo I de ningún modo recuerda a unas cadenas. En una fase posterior, la bloca cerrada (es decir, el refuerzo radial de ocho brazos unidos perimetralmente) empezó a representarse mediante sucesión de esferillas o clavos interconectados. Así la encontramos en multitud de ejemplos de los siglos XIII y XIV. Los armoriales europeos de la segunda mitad del siglo XIII describían las armas del rey de Navarra como charbouncle besancié, carbunclo bezanteado, refiriéndose así a los característicos botoncillos. Nadie las veía como cadenas. En cambio, en el entorno cortesano de Carlos III el Noble, hacia 1400, se empezará a hablar de las armas de Sancho el Fuerte como “cadenas doradas” en campo rojo. Esta mudanza de sentido forma parte de la tendencia bajomedieval a relacionar el origen de las armerías con hechos gloriosos. El Príncipe de Viana, en su crónica escrita mediado el siglo XV, proporciona la versión de la leyenda que en adelante se consolidará. Según su descripción de la batalla de Las Navas, el recinto del califa almohade habría estado protegido por “gruessas cadenas de fierro” que unían hasta tres mil camellos. Tras la victoria, el soberano navarro habría tomado “el dicho cadenado de los gamellos e las tiendas, e conquistó las cadenas por armas”. De este modo, el carbunclo con botones o esferillas fue interpretado hace más de quinientos años como un poco lógico entrelazamiento radial y perimetral de eslabones de una cadena de oro. El relato legendario se apoyaba en los fragmentos de gruesas cadenas que, también según noticias tardías, habrían recibido de manos de Sancho el Fuerte varios santuarios navarros en recuerdo de la victoria. De ahí procederían las que en 1910 poseía la Diputación Foral y de ahí igualmente las que todavía hoy se exponen en Roncesvalles.

La identificación del emblema de Navarra con las cadenas ganadas por Sancho VII fue reiterada durante siglos por cronistas e historiadores, quedando firmemente asentada en el imaginario colectivo. Frente a la leyenda, gloriosa pero falaz, la historia real del escudo está plasmada en los capiteles tudelanos. Sin duda carece del poder de evocar hazañas pasadas, pero posee otras virtudes, como hacernos reflexionar sobre la simplicidad, el error o en ocasiones la mentira con que están construidos muchos argumentos falsamente históricos que apelan al sentimiento olvidando la razón.

Diario de Navarra

22.11.15

"Las primeras banderas son reales o militares; la nacional no llega hasta el siglo XIX"


Enrique Carballo | A Coruña 21.11.2015 | 00:58

El coronel de infantería Gerardo López-Mayoral dio ayer en el Museo Militar una charla sobre la historia de la bandera española.

-¿Cuál es el propósito inicial de la bandera?

-Marcar la posición del caudillo y dar órdenes en batalla. Esas funciones se perdieron y quedaron para marcar el poder real.

-¿Cuáles son los orígenes de los colores de España?

-En España hay una tradición de banderas de color rojo, que utilizaron los íberos y los reyes godos. El oro se repite en el fondo de los colores de Aragón y Castilla, los escudos de Nápoles. Durante la Edad Media hay banderas de reyes, Alfonso X el Sabio describe la terminología de las banderas en 1250, y los Reyes Católicos crean la primera bandera de los ejércitos. Pero son banderas militares o reales, no nacionales. El primer uso de la bandera roja y gualda es de Carlos III, en 1785, para uso naval. En los ejércitos de tierra convivió con las banderas blancas anteriores durante la Guerra de la Independencia y las carlistas, y se declara bandera única de España en 1843. A partir ahí podemos decir que es una bandera nacional.

-¿Qué supone la bandera como objeto en el Ejército?

-Las banderas regimentales son un símbolo sagrado. Dicen que tienen alma, y representan a los que han luchado bajo ella e incluso dado su vida. Las actuales tienen unas cintas, las corbatas, en las que pueden reflejarse condecoraciones o medallas de homenaje.

-¿Cuál es la bandera más antigua de España?

-Es religiosa, el pendón de San Odón. Data de 1122. Creo que la bandera militar más antigua pertenece a un Tercio y se conserva en una iglesia de un pueblo de Zaragoza. Es de en torno a 1550.

7.10.15

Piden trasladar el Pendón Real instalado en el Ayuntamiento al Museo de Historia

El grupo de Unid@s se Puede en el Ayuntamiento de La Laguna pedirá que se traslade al Museo de Historia de Tenerife el Pendón Real depositado en el consistorio, y que erróneamente se considera que fue introducido en Tenerife por el conquistador Alonso Fernández de Lugo.

Según explica en un comunicado el concejal de Unid@s se Puede José Luis Hernández, en el pleno de este jueves defenderá el traslado de esa enseña, que ha sido "uno de los símbolos más discutidos en la identidad lagunera durante la última década".

El debate sobre su origen y significado "ha sido intenso, con protestas en la calle y escritos de rechazo" a su uso por parte de intelectuales como Gilberto Alemán, Luis Morera, Víctor Ramírez, Cirilo Leal, David Baute, Sabas Martín, Juan Manuel Garcia-Ramos y Alfonso O'Shanahan, entre otros, argumenta.

En la moción se explica que la Comisión Especial para el Estudio del papel protocolario e institucional del Pendón de la Conquista, creada a instancias del Ayuntamiento, elaboró un informe según el cual el Pendón Real instalado en la sala de Concejales del consistorio no es el de la conquista utilizado por Alonso Fernández de Lugo en sus operaciones militares en la isla de Tenerife.

Su identificación como tal obedece a "un error inducido por el historiador Viera y Clavijo a finales del siglo XVIII", idea que fue retomada en el siglo XX por las autoridades franquistas para diferenciarlo de otros pendones municipales.

En el mismo informe se establece el valor histórico y se aborda la antigüedad del llamado Pendón Real, por lo que "merece ser conservado con la mayor dignidad posible".

Igualmente se propuso que en los actos protocolarios fuera sustituido por el escudo de la villa que la Reina Juana La Loca concede mediante Real Cédula del 23 de marzo de 1510, ya que tenía más sentido histórico.

El edil de Unid@s se Puede afirma que en los últimos 200 años el Pendón Real "ha simbolizado la conquista de la isla en el imaginario oficial" y señala que "es hora de avanzar en los usos protocolarios de elementos como el pendón de la conquista", aunque coincide en que por su antigüedad "debe ser conservado en un lugar más adecuado que la sala anexa al pleno".

"Este elemento debe ser eliminado definitivamente de las fiestas y celebraciones laguneras al ser un símbolo que en el sentimiento y el ideario que según una parte de la población tiene mucho que ver con la celebración de la derrota de un pueblo con el que la historia y el territorio nos entronca directamente", asevera Hernández.
La Opinión

9.9.15

El Museu d'Història de Catalunya ingresa la bandera estelada más antigua


Barcelona. (EFE).- El Museu d'Història de Catalunya ha incorporado a sus fondos la bandera estelada (independentista) más antigua conservada, que data de 1915, según el estudio realizado por el Centro de Restauración de Bienes Muebles de Catalunya. De la bandera original se conserva sólo el tercio superior (80 x 172 cm), formado por un triángulo azul de algodón con la estrella blanca en medio superpuesto a una señera catalana y sujetado con broches metálicos a presión.

Desde hoy y hasta finales de año, la bandera se podrá visitar en la segunda planta del Museo, que lo expone en el marco del programa "El Museo presenta...". Según ha informado el Museu d'Història de Catalunya, el Onze de Setembre de 1915, ante la estatua de Rafael Casanova, conseller en cap de Barcelona durante el sitio borbónico de la ciudad, la Unió Catalanista, plataforma de entidades a cuyo amparo surgió el separatismo catalán, entregó una bandera estelada a tres voluntarios catalanes que se encontraban en Barcelona de permiso para que la llevaran al frente en la Primera Guerra Mundial como símbolo de la lucha que defendían.

Según el relato oral, el voluntario Camil Campanyà Mas llevaba la bandera cuando murió en el campo de batalla en Francia y envolvieron su cuerpo con la bandera, lo que explica que el tejido que ahora se expone estuviera manchado de sangre.

Sin embargo, el historiador Joan Esculies sostiene que "parece más bien una imagen, una recreación mitificada", pues, como él mismo recuerda, "no estaba permitido llevar al frente ningún otro pabellón que no fuera el de la Legión Extranjera francesa y el joven fue dado por desaparecido", por tanto, "lo que pasó en aquel momento con la bandera es una incógnita".

En 2008, la nieta del doctor Josep Solé Pla encontró la bandera en la buhardilla de su casa, que había sido su consulta médica antes de marchar al exilio en 1939. "Es lógico que volviera a manos del doctor Josep Solé Pla dado su cargo como presidente del Comité de Hermandad con los Voluntarios Catalanes y presidente de la Unió Catalanista entre 1917 y 1920", afirma Esculies.

Después de estar escondida durante años en el doble fondo de una librería y después guardada en la buhardilla, los descendentes de Solé Pla decidieron cederla al Museo para que la custodiara y preservara.
La Vanguardia

29.5.15

Presentan un libro sobre la Bandera del Templo de San Francisco

La Fundación Federalismo y Libertad, organismo que organiza el encuentro, invita al público en general a participar de la presentación de la obra, que tendrá lugar hoy Viernes 29 de Mayo, a horas 20:00, en la Casa Histórica de la Independencia, sita en Congreso 151.


28/05/2015 9:44 PM | El Presidente del Instituto Nacional Belgraniano, Lic. Manuel Belgrano, estará hoy Viernes 29 de mayo en la provincia, con motivo de la presentación del libro: “La Bandera del Templo de San Francisco: la insignia Argentina más antigua”, obra del columnista de Curiosidades Históricas de este diario, Juan Pablo Bustos Thames

La Fundación Federalismo y Libertad, organismo que organiza el encuentro, invita alpúblico en general a participar de la presentación de la obra, que tendrá lugar a horas 20:00, en la Casa Histórica de la Independencia, sita en Congreso151.

El Lic. Belgrano es chozno del Creador de la Bandera Argentina (descendiente por lalínea de su hija tucumana, Manuela Mónica). Integrarán el panel, con el autor del libro: elDr. Luis Yanicelli, presidente del Instituto Belgraniano de Tucumán y Fray Marcos Porta Aguilar, guardián del Convento de San Francisco.

Del evento participarán además, como invitados de honor, Amarendra Khatua, embajador de la República de la India, y los ministros: Wei Ding, director de la División Económica de la Embajada (Oficina Comercial y Cultural) de Taiwán en Argentina, y Hwa Chun Huang, secretario para Negocios de la División Económica de la Embajada de Taiwán en Argentina.

Durante la presentación, se exhibirá a los asistentes, por primera vez, una réplica exacta dela histórica Bandera del Templo de San Francisco, que será portada por los alumnos del tradicional Colegio de San Francisco de Tucumán, y estará escoltada por agrupaciones gauchas, y soldados con el uniforme del histórico Regimiento de Infantería número 10,custodios de las sesiones del Congreso de 1816.

El reconocido tenor Ramón Poliche interpretará el aria “Aurora”, en homenaje a la Bandera Argentina.

La temática del libro: Desde la Antigüedad los estandartes han representado e identificado a los distintos pueblos y naciones. Detrás de ellos, sus hijos marchaban a la guerra, dispuestos hasta ofrendar susvidas, para que no cayeran en manos enemigas.Las enseñas han significado, desde entonces, identidad nacional, y la exaltación del valor y el heroísmo en los campos de batalla. A tal punto de que no se conciben triunfos sin la remanida imagen de la bandera victoriosa, ondeando en el campo del honor.

Desde entonces, las banderas han generado a todos los hombres una particular atracción. No hay ser humano sobre la tierra que no se haya identificado con una bandera. La de su Patria, la de su equipo, la de su colegio, la de su partido.

Las banderas nos conectan directamente con nuestras pasiones más íntimas, por las cuales estamos dispuestos, llegado el caso, hasta matar o morir, en defensa de nuestros sentimientos más arraigados.Tampoco se concibe Nación que no inculque a sus niños el amor a su terruño, a la Patria,representada en su Bandera.

El ritual cotidiano del izamiento de enseñas patrias en colegios y escuelas es una imagen que se multiplica en todo tiempo y lugar, sin fronteras de ningún tipo.

Es en este punto donde la “Bandera del Templo de San Francisco” entronca con la Historia Universal.

En su segunda obra publicada, prologada por Manuel Belgrano, descendiente directo del Creador de la Bandera Argentina, Juan Pablo Bustos Thames se introduce en los apasionantes enigmas que plantea esta Bandera, que desde hace más de doscientos años se conserva en el convento franciscano de San Miguel de Tucumán. ¿Qué origen tiene?¿Cuáles son sus dimensiones y formato? ¿Quién la confeccionó o mandó hacer? ¿Para qué?¿Con qué materiales se realizó? ¿Qué usos tuvo? ¿Fue restaurada? ¿Qué significan sus leyendas y con qué se las grabó? y la pregunta más importante: ¿Cuándo se confeccionó?,lo cual nos conduce, necesariamente, a plantear: ¿Qué lleva al autor a sostener que la“Bandera del Templo de San Francisco” es la más antigua de las insignias argentinas que se conservan hasta hoy?

El Siglo

30.4.15

La Bandera Nacional de la Libertad Civil fue declarada “símbolo patrio histórico”


La profesora Irene Ballatore confirmó a Radio 2, que la Cámara de Diputados de la Nación, aprobó en la sesión de esta tarde, la ley que instituye a la Bandera Nacional de la Libertad civil “como símbolo patrio histórico que está al nivel de los otros símbolos patrios de los argentinos, como el himno nacional, la escarapela, el escudo, incluso como la bandera nacional pero siempre por debajo de la jerarquía de la bandera nacional celeste y blanca”.

Ballatore destacó que este reconocimiento implica también reconocer lo que Manuel Belgrano quiso decir cuando creó la bandera, “que fue la importancia del valor y el honor de los jujeños puesto de manifiesto en esa dramática hora del Éxodo de Jujeño”.

Con respecto al uso de la Bandera Nacional de la Libertad Civil, una vez que la ley sea promulgada, la profesora explicó que al ser reconocida por el Congreso de nuestro país como símbolo patrio histórico, “corresponde que sea izada en los actos en que esté flameando la bandera nacional en la Casa de Gobierno, en las distintas gobernaciones, en las provincias, en la Antártida, en fin, en todos los lugares en donde estemos expresando nuestra soberanía, nuestra nacionalidad”.

Es la única bandera material creada por el general Manuel Belgrano, que llegó hasta nuestros días.

Jujuy al Momento

9.3.15

Un león leonés en Sevilla


José Manuel Díez Alonso

Para saber cómo pudieron ser los estandartes de los reyes leoneses entre los siglos XII y XIII nos conviene observar el tafetán custodiado en el Tesoro de la Catedral de Sevilla. El Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía acometió hace años la restauración del Pendón de San Fernando, compuesto por un león casi completo y fragmentos de castillos, en lo que fue una gran enseña con las armas de los reinos de León y de Castilla. Lo más relevante es que el fragmento más antiguo y el mejor conservado es una tela blanca con la figura de un león al que le falta una pata, de color púrpura, con las garras azules y bordado en oro.

Destronado el oso de la cúspide del bestiario europeo, el león se alzó con la primacía simbólica y, en palabras de Isidoro de Sevilla, se convirtió en "príncipe de todas las bestias feroces" gracias a la implantación del cristianismo y de las tradiciones orientales. La identificación del león con las virtudes y la majestad reales, así como la homofonía entre el vocablo para designar al animal y el de la ciudad de León, que, como Roma y Toledo, dio nombre a un reino, pudieron ser motivos más que suficientes para consagrar al león en signos, escudos y telas. En cuanto a la púrpura, rico tinte de variados matices y de prestigio imperial, obtenido en la Antigüedad en las costas de Tiro y de Cádiz, ¿qué mejor color para representar la dignidad de un rey emperador?

Según el análisis de colorantes del Pendón de San Fernando realizado por Francisco Gutiérrez Moreno, el púrpura del león se obtuvo mediante la mezcla de dos tintes. Uno, el índigo, azulado y de origen vegetal. Otro, el extraído de la cochinilla, rojo y de origen animal. Desconocemos cómo serían los estandartes enarbolados por los primeros monarcas leoneses; tal vez consistieran en paños donde se bordarían cruces o motivos religiosos con función protectora, como el Poema de Almería le atribuye a las insignias de la ciudad de León, que "protegen de todos los males". Por ello, aun sin descartar otras opciones y a menos que aparezcan nuevas fuentes documentales, la más cercana aproximación a los antiguos estandartes reales leoneses la encontramos a través de ese león púrpura morado sobre una tela blanca, análogo a los leones cárdenos de la ilustración de Alfonso IX en el conocido pergamino de la Catedral de Santiago. Es en el último tercio del siglo XX cuando, a través del trabajo de heraldistas y eruditos, el león leonés se reglamentó de púrpura en el escudo de España, y en el escudo y la bandera de una Comunidad Autónoma que se apropió del cuartelado de los reinos y territorios de León y de Castilla. Sin embargo, paradójicamente, el púrpura morado no parece haber tenido mucho éxito en las banderas de las instituciones que se pueden reclamar como más propiamente leonesas, a pesar de la recuperación, al menos nominal, de ese color en el paño y el león del escudo de la bandera autonomista que en 1978 presentó el Grupo Autonómico Leonés.

El Pendón sevillano resulta valioso en vexilología al menos por dos motivos. Documenta en tela, y no sólo en ilustraciones alegóricas, el antiguo uso del púrpura en la vexilología hispana, descartando que el color púrpura o morado no haya sido más que el resultado de la decoloración de telas carmesíes o rojas. En el siglo XIII conocían bien cuál era el color púrpura y cómo conseguirlo. Asimismo, el blanco y el púrpura son los principales colores que nos cabe asociar con la monarquía, la ciudad y el reino leoneses.

Diario de León

12.2.15

¿Cómo era la bandera que creó Manuel Belgrano?

Juan Pablo Bustos Thames

Hemos escuchado muchas historias relacionadas con la creación de la Bandera Argentina y la institución de sus colores. Algunos recordaremos que sus orígenes se remontarían al 25 de mayo de 1810, fecha en la cual Domingo French y Antonio Berutti habrían repartido cintas celestes y blancas a los patriotas congregados en torno a la Plaza de la Victoria para identificarlos y exaltar los espíritus patrios.

También nos contaron que Manuel Belgrano creó la escarapela, con su formato actual, inspirado en el celeste del cielo y el blanco de las nubes; o bien en los colores del manto de la Virgen de la Inmaculada Concepción, de quien era ferviente devoto; o bien inspirado en los colores del uniforme del Cuerpo de Patricios, de cuyo regimiento era oficial.

¿Qué hay de verdadero en todos estos relatos? Veremos que muy poco. Cuenta Juan Manuel Berutti (hermano del prócer) en sus “Memorias Curiosas”, que las cintas que repartían French y Berutti eran solamente blancas, el color tradicional de los Borbones, “y significaban la unión entre los españoles americanos y europeos”; como un manifiesto de la igualdad de trato y acceso al gobierno que los americanos reclamaban durante la Revolución.

Las cintas celestes y blancas se repartieron recién en 1811 y las utilizaban como divisa los partidarios de Mariano Moreno. Las mismas simbolizaban la unión (color blanco) y la libertad (el celeste). Después, estos lemas (unión y libertad) se consignaron en todas las monedas patrias acuñadas a partir de 1813 y podemos apreciar aún hoy esa leyenda en las monedas y billetes argentinos.

Con respecto a la escarapela concebida por Belgrano, documentos de la época refieren que era celeste en el centro con sus bordes blancos (diferente de la que hoy conocemos), lo cual nos da un dato crucial para indagar el formato de la primera bandera patria.

Se conjetura que Belgrano habría elegido estos colores porque eran los utilizados en las bandas que cruzaban sobre sus pechos los Borbones españoles en las ceremonias oficiales. La finalidad de esta elección habría sido la de transmitir un mensaje subliminal de respeto y apego al cautivo rey Fernando VII, para disimular así el ánimo independentista de la mayoría de los patriotas. Todos recordarán el famoso cuadro de Francisco de Goya, donde retrata a los varones de la familia real española, que lucen bandas idénticas a las presidenciales argentinas.

En lo que respecta al primer izamiento de la bandera en Rosario, tampoco hay constancias documentales. Lo concreto y verificable es que Belgrano, desde Rosario, pidió al gobierno, el 13 de febrero de 1812, que se instituyera una escarapela para identificar a las tropas patriotas, sin hablar de colores, a fin de evitar que los cuerpos, en un eventual enfrentamiento armado, se confundieran con los realistas. Así que fue el gobierno el que estableció la escarapela “blanca y azul celeste”.

El 27 de febrero de 1812, Belgrano se dirigió nuevamente al primer Triunvirato en estos términos: “Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional: espero que sea de la aprobación de Vuestra Excelencia”. En ningún momento el prócer señala qué formato tenía la bandera por él creada. Tampoco dice que la enarboló, dónde, cuándo, ni si la hizo jurar. Es llamativo que diga “blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional”. Tampoco dice que tuviera tres franjas, ni la correspondiente distribución de sus colores. Es claro que si la hubiera creado con tres listones, así lo habría indicado al Triunvirato, a fin de que éste pudiera aprobar y replicar la insignia de su creación en los demás cuerpos patrios.

Ese mismo día el gobierno ordenó a Belgrano hacerse cargo del Ejército del Norte, destino a donde éste partió a principios de Marzo, sin tomar conocimiento de que el Triunvirato había desaprobado su creación de la enseña patria. Y lo más probable es que haya quedado en Rosario, hasta que llegó la comunicación de su supresión. Por consiguiente, no sería de extrañar que el sucesor de Belgrano la haya retirado y, tal vez, destruido. De modo que la bandera enarbolada, bendecida y jurada en Jujuy el 25 de mayo de 1812 debió haber sido otra, aunque probablemente similar.

Luego de la segunda reprimenda del Triunvirato, Belgrano guardó la bandera jurada en Jujuy. Y después del triunfo de Tucumán (24 de Septiembre de 1812), ya caído el Primer Triunvirato, volvió a sacarla a la luz.

Entonces, ¿Cómo era la Bandera originaria de Belgrano, y que llevó, triunfal, a Salta? La respuesta nos la da el propio Belgrano. En 1815, durante su estadía en Londres, el general se hizo retratar sentado por el pintor francés Francois-Casimir Carbonnier, en un famoso cuadro, cuyo original se encuentra en un museo de la ciudad de Olavarría y hay una réplica la Casa Histórica de Tucumán. Detrás del cortinaje, a la derecha y abajo del prócer se aprecia una escena de la batalla de Salta. Allí se ve claramente a un jinete que lleva una bandera de dos franjas horizontales: blanca la superior y celeste la inferior. Y es obvio que un pintor francés, desconocedor de nuestra historia, sólo pudo haberla pintado así con la información que le dio el mismo general.

Existe un elemento más a considerar a favor de que la bandera originaria de Belgrano constaba de dos bandas horizontales: blanca la de arriba, celeste la de abajo. La Bandera de los Andes, confeccionada a fines de 1816 en Mendoza tenía igual diseño. Algunos autores piensan que, habiendo compartido el general San Martín casi tres meses (de enero a marzo de 1814) en Tucumán con Belgrano, bien pudo éste haberle indicado el formato originario de la enseña por él creada. Queda para otra ocasión, indagar de dónde salió la actual bandera argentina.

El Litoral

19.12.14

La bandera de la Guerra de Sucesión de Lidón recupera su aspecto original


La bandera que se cosió en seda para encabezar el regimiento del coronel Juan Ibáñez de Lidón durante la Guerra de Sucesión Española volverá a lucir tal y como se confeccionó a comienzos del siglo XVIII después de pasar por las manos de los técnicos del centro de restauración de la Fundación Santa María de Albarracín.

Según indican los expertos, la insignia se confeccionó para distinguir a la compañía de Lidón que formaba parte del regimiento del coronel Juan Ibáñez al servicio de Felipe V. Se cosió en seda pero el desgaste del uso hizo que se realizaran en ella sucesivos remiendos con otros tipos de tela, principalmente algódón.

No todos los parches se retirarán según explicó el restaurador Celso Lorenzo, quien apuntó que sí se van a eliminar algunas de las piezas añadidas pero se dejarán aquellas que no dañen el tejido original. "Son telas que tienen su historia e importancia", comentó el especialista.

Los restauradores han hallado en algunas zonas hasta tres capas de tela añadidas en diferentes momentos con el fin de reforzar la bandera. Y es que después de la Guerra de Sucesión el estandarte se usó de forma continuada en la procesión de San Fabián y San Sebastián que tiene lugar en enero. En este sentido el alcalde de Lidón, Joaquín Juste, comentó que la procesión dejó de celebrarse para San Fabián pero pasó a llevarse a cabo en julio, y también en ese momento se sacaba la bandera.

Desde hace unos años los vecinos utilizan una réplica para evitar provocar daños en la antigua, que presentaba numerosos rotos y también suciedad cuando llegó al centro de restauración de la Fundación Santa María.

Los técnicos ahora están quitando añadidos y cosidos para, posteriormente, colocar una crepelina en la parte trasera de la bandera con el fin de reforzarla. Para su unión emplearán un punto de cosido especial que se realiza con hilo de seda y agujas muy finas y curvadas con el objetivo de que no se vea el agujero de la puntada, según argumentó el experto en restauración.

También van a limpiar la suciedad que acumula la tela. Así, aspirarán el polvo que contiene y limpiarán las zonas puntuales donde hay manchas.

En la bandera llevan trabajando dos restauradores durante un mes y calculan que en otro mes y medio estará terminada. El presupuesto para acometer este trabajo ha sido de 3.700 euros. Joaquín Juste comentó que la idea es exponerla en el Ayutamiento de Lidón una vez recuperada y no volver a sacarla en la procesión. Para evitar daños futuros van a preparar un armario especial que garantice su óptima conservación. "Queremos tenerla en las condiciones de humedad y temperatura adecuadas", concluyó el alcalde de Lidón.

Diario de Teruel

30.9.14

El origen de la bandera pirata, la Jolly Roger, está en un símbolo católico


Pocas marcas han tenido tanto éxito como la calavera y las dos tibias cruzadas con que se han identificado a los piratas. También es un tópico que la piratería se haya acabado asociando, en toda su perversa gloria, como una manifestación más del espíritu emprendedor y libertario moderno y que eso ocurra, especialmente, en el ámbito anglosajón: camisetas, gorras, banderas… hasta corbatas y gemelos… Allí ha merecido una denominación peculiar: Jolly Roger. Los submarinos de la Royal Navy aún la izan al regresar a puerto si han causado víctimas mortales, como ocurrió en la guerra de las Malvinas.

No podemos profundizar en la historia de la piratería sin entender que, ante todo -y parafraseando a Clausevitz-, fue la continuación por otros medios de la política de los imperios en la era colonial. Y que el éxito de su imaginario antiespañol esconde episodios que debemos rescatar ahora. Porque la verdadera historia de la Jolly Roger tiene un origen poco imaginable para el ámbito protestante anglosajón.

Primera aparición

La primera aparición de la bandera se hace constar durante los prolegómenos de laguerra de Sucesión española y se generaliza en la denominada edad de oro de la piratería (1714-1722). El primer registro del avistamiento de la bandera es de 1700 y se atribuye a un buque francés refugiado cerca de Santiago de Cuba y comandado por Emanuel Wynne, especializado en los mercantes ingleses: un pirata según los británicos, según los franceses un héroe. La descripción de la bandera negra con dos huesos cruzados, una calavera y un reloj de arena, la hace el capitán del HMS Poole quien se enfrentó con él en 1701.

¿Se trataba de un símbolo nuevo? Aunque espoleó la imaginación británica, se trataba de un símbolo centenario, utilizado durante generaciones por una de las sociedades más singulares de la historia europea: la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, y de Malta, más conocida como la Orden de Malta. Un símbolo que se repetía en las tumbas de los caballeros fallecidos y también había sido usada en otros lugares asociados al culto católico.

Una de sus más singulares iglesias en España, de origen templario, es la de la Vera Cruz en Segovia. Su planta dodecagonal entre otras muchas singularidades, encierra las lápidas de algunos caballeros. En cada una de ellas aparece este símbolo característico. La calavera y los huesos cruzados se hallan en un gran número de tumbas de la catedral de San Juan en Malta y en cualquier gran templo de la orden.

Corsarios del Mediterráneo

Cuando Rodas cayó en manos del Turco (1522), el emperador Carlos V ofrece a los caballeros de San Juan de Jerusalén la Isla de Malta y otras adyacentes: Comino y Gozo. Malta dependía del Reino de Aragón desde hacía siglos y siguió siendo, más en teoría que otra cosa, un feudo en ese reino español. Fue allí donde los caballeros acabaron por perfeccionar sus habilidades guerreras en su nuevo campo de batalla: el mar, frente al avance turco y a su piratería. Los caballeros de Malta, los monjes del mar, ejercían una suerte de «piratería sagrada» desangrando el imperio turco y protegiendo los intereses cristianos en un mar aparentemente roto para siempre.

Los católicos caballeros de Malta utilizaban el corso contra los enemigos de la religión en el Mediterráneo pero… ¿llegaron a tener actividad en el Atlántico contra los piratas ingleses y holandeses que se vinculaban a las herejías protestantes?

La capacidad de las carracas y el poderío de la orden en el Mediterráneo transformó los horizontes de las carabelas atlánticas portuguesas. Y en 1700 la orden desarrollo una división de navíos. Intervino ocasionalmente contra las herejías de la Reforma, su galeón prestó ayuda contra los hugonotes de La Rochelle, e intentaron abrir bases en el Caribe adquiriendo las islas de San Cristóbal y Nieves, en lo que fue una interesante y poco conocida aventura a mediados del siglo XVII…

Al margen de cualquier corso, grandes caballeros de Malta sirvieron como soldados en América y Asia, de hecho fueron la gran pesadilla inglesa en el mar: Pierre André de Suffren, Francois de Grasse (decisivo en la independencia de EE.UU. con una armada financiada por España), Jorge Juan, Antonio Valdés, Malaspina, Bucareli... Tal vez por ello, tras las guerras napoleónicas Inglaterra se apodera de Malta y jamás la devolvería a sus caballeros.

La Jolly Roger está evidentemente vinculada con un símbolo que utilizaba la Orden de Malta en los sepulcros, aunque nunca fue su bandera. Queda demostrada su vinculación con actividades corsarias en el Mediterráneo. Y la actividad de miembros de la orden al servicio de España y de Francia en el Atlántico, así como su papel sobresaliente en los conflictos navales frente a Inglaterra. Que un caballero pudiera haber participado en actividades de corso en el Atlántico contra intereses británicos es mucho más que probable y que hubiera usado como pabellón una referencia a la propia muerte como tal caballero parece casi evidente.

Guerra de Sucesión española

Resulta sospechoso que el símbolo se generalizase precisamente durante la guerra de Sucesión española y en el corso contra buques ingleses, esto es cuando se enfrentan las monarquías católicas contra los Estados protestantes, británico y holandés, en el Atlántico, cuando además el gran maestre era un valenciano. Que otros piratas, ajenos completamente a la orden de Malta, con una lucidez propia de saqueadores imitasen una enseña que les parecía transcendente e intimidatoria, es del todo lógico.

Sigamos el curso del nombre de la bandera. Daniel Defoe, en su «Historia general de los piratas», segunda edición de 1728, dice que la denominación Jolly Roger la dio el capitán Francis Spriggs, un modesto pirata otra vez de presas inglesas. Francis Grose, en su «Diccionario Clásico de la Lengua Vulgar» (1811), cita la Jolly Roger como expresión de puro «slang». A comienzos del siglo XIX algunos dichos populares contenían la palabra «jolly», entre ellas «jolly head», cabeza loca, o alegre. Es probable que el nombre de la bandera fuese una ironía sobre la anterior expresión, dirigida contra el despreciado gobernador de Bahamas Woodes Rogers.

Los Estuardo y la piratería

En el siglo XIX el fenómeno pirático transmuta el asesinato y el robo y los camufla con otros mimbres en los orígenes de la democracia moderna, a través de recreaciones alucinatorias como la Cofradía de los Hermanos de la Costa, que por supuesto Exquemelin, el célebre cirujano reconvertido en bucanero que desveló en el siglo XVII la vida pirática en el Caribe, no cita.

También vinculada con el catolicismo, y con un casi desconocido protagonismo en la piratería del Caribe, fue la expulsión de los Estuardo del Trono de Inglaterra. La larga pugna mantenida por los defensores de esa tradición dinástica de adhesión católica nos lleva a muchos piratas de Bahamas y de New Providence, especialmente los adheridos a la llamada Flying Gang, que aglutinaba a más del 50 por ciento del negocio en la región, que se declararon a favor del Rey en el exilio. Y muy destacable es la figura de George Camocke, uno de sus oficiales navales, que acabó siendo vicealmirante en la Armada Española. Camocke se propuso organizar la piratería jacobita en el
Caribe y ocupar Bermudas para los Estuardo.

Desde la historiografía inglesa se ha tratado de desfigurar esta actividad jacobita en el Caribe señalando sus vínculos con corsarios ingleses que actuaban contra España, como Henry Jennings, un nombre que desaparece de la escena en 1716. Pero es justo al año siguiente, en 1717, cuando se dispara la actividad de los piratas jacobitas. Toda la piratería de Bahamas y de New Providence se orienta en su favor. Ese año Samuel Bellamy captura el galeón inglés Whydah. También Edward Teach (Barba Negra) siembra el terror en las costas de las colonias británicas en América. Al mismo tiempo, Edward England, irlandés de origen, redirige su actividad hacia la ruta de la compañía inglesa de las Indias Orientales. Y Christopher Moody se dedica a hostigar las costas de Virgina, colonia inglesa.

Lo que está claro es que urge una revisión profunda de los elementos ideológicos asociados a la piratería.

La enseña de Lope de Aguirre

Caso aparte, la primera bandera negra con dos espadas cruzadas de color rojo sangre la enarbola Lope de Aguirre en su rebelión contra el imperio español en 1561. Por otra parte, con respecto a la Jolly Roger, el historiador y marino Fernandez Navarrete distingue en el XIX dos banderas piratas: bandera de sangre, la encarnada, que ademas de la nacional, suelen izar para indicar su decisión «á batirse hasta el último extremo». Y bandera de muerte: la negra que antecede a los abordajes.

ABC

3.9.14

La estrella de la «estelada»: punto en común entre Cataluña, Puerto Rico y Cuba


César Cervera / Madrid
Día 02/09/2014 - 13.16h

La «estelada» catalana, vinculada con los simpatizantes del independentismo, data de inicios del siglo XX y nació de la fusión de las cuatro barras tradicionales de la bandera catalana, con un triángulo estrellado a la izquierda. Un elemento que los historiadores consideran inspirado en las banderas de Cuba y Puerto Rico.

Tras su estancia en Cuba y en Puerto Rico, Vicenç Albert Ballester –activista del partido Unión Catalanista y de otros movimientos e iniciativas de carácter independentista– tomó la idea de añadir un estrella a la bandera llamada a ser el icono del nacionalismo. En ese momento, con las recientes independencias de Cuba y Puerto Rico, la estrella de sus banderas era un referente de la lucha contra el Imperio español.

De hecho, el documento más antiguo en el que aparece una «estelada» se titula «What says Catalonia» («Que dice cataluña»), con fecha del 11 de septiembre de 1918, y es una carta elogiosa hacia EE.UU., considerado «el libertador de Cuba y Puerto Rico» por estos. El texto, firmado por el Comité Pro Cataluña, fundado dos meses antes del comunicado, pide a «la victoriosa Entente, por el Derecho y la Libertad de los Pueblos, la revisión del Tratado de Utrecht. ¡Viva la Entente! ¡Gloria a Wilson! ¡Justicia!».

Dos décadas después de su creación, la estelada fue declarada bandera oficial de la «República Catalana Independiente» en la «Constitución de la Habana» que se escribió y firmó en la capital de Cuba entre 15 de agosto y el 2 de octubre de 1928. Francesc Macià, por aquel entonces fundador del partido «Estat Català» y posteriormente declarado Presidente de la Generalitat, fue uno de los impulsores de esta constitución que reconocía la «estelada» de forma oficial y que fue colgada en el balcón del Palacio de la Generalitat cuandoel 14 de abril de 1931 se proclamó la República Catalana. No en vano, en la actualidad, la bandera oficial de la Comunidad de Cataluña es la «Señera».

Un símbolo de la revolución contra España

La bandera de Puerto Rico se diseñó durante la última década del siglo XIX como insignia de los separatistas puertorriqueños residentes en la ciudad de Nueva Yorkque se organizaban originalmente contra el poder español, y posteriormente contra el estadounidese. La identidad del autor del diseño todavía es motivo de debate en Puerto Rico, mencionándose entre sus posibles autores a los patriotas puertorriqueños José de la Matta Terreforte, Antonio Vélez Alvarado, Manuel Besosa y el poeta Guerrillero Francisco Gonzalo (Pachín) Marín.

La bandera simboliza la hermandad en la lucha revolucionaria entre el pueblo cubano y el puertorriqueño, debido al hecho de que, el grupo de separatistas puertorriqueños que adoptaron el diseño de la bandera como emblema de su grupo, la Sección de Puerto Rico, estaba asociada a los separatistas cubanos que luchaban con idénticos ideales bajo el Partido Revolucionario Cubano.

29.8.14

¿Por qué dejó de usarse la Cruz de San Andrés para representar al Reino de España?



Tras el matrimonio de Juana I de Castilla, hija de los Reyes Católicos, y Felipe «el Hermoso», el archiduque de Austria, se adoptó un elemento común para las banderas españolas de la época: la Cruz de Borgoña.

Esta enseña, usada tradicionalmente por la Casa de Borgoña, emplea como elemento central la llamada Cruz de San Andrés, una cruz en forma de aspa (con dos ángulos agudos y dos ángulos obtusos) que representa el martirio de este apóstol. Según una tradición muy antigua, San Andrés fue crucificado en Patrás, capital de la provincia de Acaya, en Grecia. Lo amarraron a una cruz en forma de X y allí estuvo padeciendo durante tres días, los cuales aprovechó para predicar e instruir en la religión a todos los que se le acercaban.
No obstante, desde la llegada de la dinastía de los Austria, que a su vez estaba emparentada con la Casa de Borgoña, la Cruz de San Andrésfue adoptada para identificar a los ejércitos españoles. En tierra, esta bandera ondeó quizá por primera vez como insignia española en la batalla de Pavía en 1525(aunque las aspas rojas eran lisas, sin nudos, y el ejército de Carlos I era más bien hispano-germano), y es la más característica de las utilizadas por los tercios españoles y regimientos de infantería del Imperio español durante los siglos XVI, XVII, XVIII y comienzos del XIX.

Paulatinamente, salvo ligeras variaciones en sus colores –por ejemplo, Felipe II dispuso que el paño blanco donde se situaba la Cruz de Borgoña se cambiara al color amarillo–, la bandera fue establecida como el símbolo vexilológico por excelencia de España hasta el advenimiento de la Casa de Borbón con Felipe V.

En la Guerra de Sucesión, el bando perdedor, el austracista, había portado esta enseña, y los Borbones veían imperativo sustituir el anterior diseño por otro: las armas reales sobre paño blanco. Sin embargo, el blanco (propio de la Casa de Borbón), también era el paño utilizado en el siglo XVIII por las distintas ramas de los Borbones que reinaban en Francia, Nápoles, Toscana, Parma o Sicilia, además de España, por lo que Carlos III decidió cambiar el pabellón nacional de España, en su génesis solo para la Armada, para diferenciarse mejor de estas otras naciones.

Identificada como bandera carlista
En la actualidad, la Cruz de San Andrés está vinculada casi exclusivamente al movimiento carlista –surgido en el siglo XIX a favor del pretendiente al trono Carlos María Isidro–. Sin embargo, cabe recordar que durante la primera guerra carlista de 1833-1840, la borgoñona aún seguía siendo la bandera del Ejército, o sea, de las fuerzas regulares de Isabel II (el Ejército no adoptó la rojigualda hasta 1843). Por tanto, aunque muchas unidades carlistas emplearon la bandera borgoñesa durante el conflicto, su vinculación como enseña oficial del bando carlista es muy posterior.

El 24 de abril de 1935, coincidiendo con la reorganización del Requeté, se estableció su vigencia, y durante la Guerra Civil Española, distintos regimientos tradicionalistas y requetés carlistas la usaron dentro del bando nacional. Además, a día de hoy, muchas unidades militares mantienen esta enseña en su escudo.

12.7.14

Joya histórica: La primera Bandera del Perú se exhibe al público



Lima . En el sótano del Banco de Crédito del Perú (BCP), allí donde descansa silenciosamente una imponente bóveda, el tiempo parece ahora haberse detenido y toma un rubor lleno de historia.

Ese lugar, libre de ajetreo, que alcanza a medir 7 metros de largo por 5 de ancho, alberga a un huésped ilustre: la primera bandera del Perú.

El primer pabellón nacional reposa en ese espacio casi taciturno. El furor de los años, que no sucede en vano, ha logrado decolorar las franjas cruzadas, que acompañan a un manto blanco, que antes eran rojas y ahora lucen de color anaranjado.

A pesar de ello, su encanto sigue intacto. Este histórico tejido lleva incrustado un sol flameado por dos laureles y una imponente insignia en la que se lee ‘Libertad y Unión’. Palabras que actualmente pueden verse traducidas en las acciones de buenos peruanos.

“¿Bien bonita era la bandera del Perú no?”, pregunta y afirma a la vez un pequeño de seis años de edad que con curiosidad la observa.

Y es que a pesar de los 193 ingratos, pero también venturosos años que han transcurrido, el estandarte nacional todavía se mantiene en pie. Allí está; aún permanece en una sola pieza, desafiando al tiempo.

Esta primera bandera fue decretada por el libertador José de San Martín allá por el año de 1820.

“Se adoptará por bandera (…) una de seda, o lienzo, de ocho pies de largo, y seis de ancho, dividida por líneas diagonales en cuatro campos, blancos los dos de los extremos superior e inferior, y encarnados los Laterales; con una corona de laurel ovalada, y dentro de ella un Sol, saliendo por detrás de sierras escarpadas que se elevan sobre un mar tranquilo”, es el extracto del artículo del decreto del 21 de octubre de aquel entonces.

Por esas fechas, según cuenta la historia, las damas de la ciudad de Piura tejieron la bandera peruana. Esta fue colocada sobre el frontis de una locomotora que lucía el número 100. El fervor patriótico comenzaba ya a enrumbarse para nunca desaparecer.

Esta joya histórica, símbolo de la madre patria, forma parte de las más de 60 obras de valor infinito que en este mes de julio, símbolo de patria, el BCP presenta en la muestra que lleva como nombre Revalorando el Patrimonio Cultural del Perú.

El primigenio símbolo patrio estará disponible para ser visitado por el público solo hasta este domingo 13, en comparación con las otras obras, que sí podrán ser apreciadas hasta el 31 de agosto. Si usted desea conocer estas joyas históricas, solo tiene que acercarse a la sede principal del BCP, ubicado en Jirón Lampa, N° 499, el Centro de Lima.

Y es que debido a la fragilidad y su delicado estado, el primer estandarte nacional no puede permanecer mucho tiempo a exposición. Sin duda, un baluarte que por primera vez se deja ver para beneplácito de los henchidos corazones peruanos.

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26.6.14

Banderas: miles de años uniendo a las personas

Españoles de Madrid, el País Vasco o Cataluña; franceses de París, la Bretaña o la Guayana; irlandeses católicos, australianos aborígenes o bóers de Sudáfrica… todos tienen una bandera, ese símbolo de identidad y pertenencia a un grupo, región o país por el que muchos hombres y mujeres han perdido la vida. Un símbolo que a muchos les llena de emoción e, incluso, les provoca las lágrimas en los acontecimientos más diversos, desde un mundial de fútbol a una guerra fratricida, generando un sentimiento que no es, ni mucho menos, nuevo, sino que tiene milenios de antigüedad.

«La primera bandera tal y como la conocemos hoy apareció en Cartago, después de fundarse en el 800 a.C. Allí se usó la primera tela atada a un palo que podía flamear. Era roja, indicando poderío económico, o del color del tejido sobre el que aparecía el caballo de Pegaso. Hay otros historiadores que sostienen que la primera bandera es la de Capua, la ciudad fundada en el siglo V a.C. que pasó a manos de Aníbal», explica José Antonio Alcaide, ponente de vexilología del Instituto de Historia y Cultura Militar, especializado en la Historia Antigua.

Hubo que esperar más de 26 siglos para que estas banderas fueran adoptadas por las naciones. Hoy no hay agrupación u organización que no tenga una: desde agencias gubernamentales a equipos de fútbol, pasando por las provinciales, comunidades autónomas, colegios, universidades, instituciones científicas, partidos políticos, sindicatos, movimientos guerrilleros, grupos étnicos, corporaciones empresariales… Es como si se careciera de identidad si no se tiene una.

Banderas de la prehistoria

El origen, sin embargo, hay que buscarlo algunos milenios antes de la fundación de Cartago. Tenemos que remontarnos a la prehistoria, al momento en el que se formaron los primeros grupos humanos y surgieron los primeros líderes. Estos hombres encargados de gobernar y resolver los litigios de las primeras comunidades comenzaron a diferenciarse del resto llevando un gorro en la cabeza y un asta, barra o lanza en la mano. Sobre esta colocaron adornos o emblemas conocidos como «vexiloides», que han terminado dando nombre a la «vexilología», el estudio de las banderas.

El primer «vexiloide» que conocemos es una placa de metal labrada de Persia que tiene más de 5.000 años de antigüedad. En el Museo de El Cairo hay también una tabla de piedra tallada de la época del Rey egipcio Narmer, del 3400 a.C., en la que aparecen representados una serie de hombres portando estos estandartes. Y en una conversación entre Yahveh y Moisés que aparece en el relato de la salida de los hebreos de Egipto del Antiguo Testamento puede leerse: «Los israelitas acamparán cada uno junto a su guión, bajo las enseñas de sus familias».

«Estos ejemplos no son lo que hoy entendemos como banderas. Y es cierto que en aquella época se entendían como tal, pero actualmente ya no», aclara Alcaide. De hecho, hubo que esperar a que se desarrollara la seda en China para que se produjera el primer cambio, ya que se trataba de un material mucho más ligero, fuerte y fácil de transportar, que podía ser de gran tamaño, alzarse por encima de las tropas y distinguirse perfectamente en la distancia. Además, su gran superficie permitía dibujos más elaborados.

Su uso se extendió desde China a Mongolia, India o Persia, hasta que llegó a Roma y al resto de Europa. «En Roma se utilizaba un marco cuadrado de madera en el que se enganchaba la tela, que aun no flameaba», explica Alcaide, donde explica que ya había eseñas en las que aparecían figuras de animales como el caballo, el jabalí, el águila o la loba. Mediante estos símbolos se conseguía crear un sentimiento de grupo y reunir a los soldados en pleno combate, de la misma forma que hoy las naciones se agrupan en torno a las banderas nacionales.

Banderas en las batallas

El objetivo de estas primeras banderas, que eran portadas por un hombre en las batallas y tenían, efectivamente, un carácter militar y ceremonial (pues decían a los demás quién es quién), era doble: marcar la posición del general en el fragor de loa contienda y señalizar los movimientos a sus tropas, razón por la cual recibe el nombra de «enseña». «A los romanos, originariamente se les ocurrió coger un manojo de hierbas y atarlo con una cuerda a una lanza. La palabra manojo, de hecho, viene de “manípulo”, que era la unidad de la legión romana, que equivale a una compañía de soldados de hoy en día», cuenta el vexilólogo del Instituto de Historia y Cultura Militar.

Cuando los fenicios fundaron Cartago en el siglo VIII a.C., suprimieron el marco de madera en el que se situaba la tela, atándola a un palo o una lanza. Fue en ese momento en el que apareció la bandera tal y como la conocemos hoy. «Era lo más sencillo para ellos, porque, en medio de la guerra como estaban, seguramente no tenían medios, capacidad ni tiempo para hacer esos marcos. Les resultaba mucho más fácil utilizar la lanza y el trapo en medio de la batalla para posicionar al jefe y dirigir los movimientos», puntualiza Alcaide.

Así fueron entendidas las banderas hasta el siglo XII, cuando comenzaron a servir como una forma de identificar a los monarcas y sus dominios. Durante los siglos posteriores, tanto las ciudades como los gremios adoptaron sus propias banderas. Y desde entonces se introdujeron allá donde se necesitaba fomentar el sentimiento de grupo y unidad, provocando las emociones más fuertes de sus integrantes y el odio más corrosivo de sus rivales. «La bandera es la encarnación, no del sentimiento, sino de la historia», dijo el presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, a principios del siglo XX.

 ABC

22.6.14

La Bandera del Templo de San Francisco (V Parte)



Juan Pablo Bustos Thames

Los usos que pudo haber tenido esta Bandera. Las dimensiones de cada una de sus franjas. Las irregularidades en la “Bandera de San Francisco”. Los trabajos de restauración de 1820. La cinta celeste encontrada dentro de la Bandera. ¿De qué material está hecha la “Bandera de San Francisco”?.

La Bandera del Templo de San Francisco tiene unas dimensiones considerables, como para haber sido llevada por abanderados escolares. Recordemos que, según surge de las leyendas que se pintaron en su superficie, fue donada a la escuela argentina más antigua, (el actual Colegio de San Francisco, de San Miguel de Tucumán) por quien, en 1814, fuera el primer Gobernador de la Provincia de Tucumán, don Bernabé Aráoz.

Es decir, se trataba de una enseña de escuela. Por su gran tamaño (aproximadamente 2,90 mts. de largo por 1,82 mts. de ancho) debió haber sido muy difícil que fuera portada por abanderados escolares. Es más adecuado suponer que pudo haber sido izada en mástiles en ocasiones patrias, o exhibida colgada, enfrente de la fachada de la escuela, de algún ventanal (como se estilaba en la época), o llevada a los actos públicos sostenida por varias personas, sin mástil o asta.

Corrobora esta circunstancia el hecho de que, banderas de grandes dimensiones se utilizaban, en la época, para engalanar edificios públicos. El memorioso cronista porteño Juan Manuel Beruti cuenta que el 20 de Abril de 1815 el Gobierno obsequió al Cabildo de Buenos Aires (del cual el sobrestante Beruti era su tesorero pagador) un emblema de raso de gran valor, de 6 varas de largo y 3 de ancho, lo cual nos arroja unas dimensiones aproximadas de: 5 mts. x 2,50 mts. Esa bandera se colocó para flamear en la torre del Cabildo, con motivo de los festejos del 25 de Mayo de ese año. Beruti nos dice que era azul y blanca, con un sol en el medio.

Las dimensiones de cada una de sus franjas
La pregunta que se impone ahora es: ¿cuánto mide cada franja de la Bandera de San Francisco?. ¿Se respetan las mismas medidas en todas ellas, como hoy, en la Bandera Argentina actual?. Pues bien, merced a la cinta métrica que nos facilitó el guardián de la orden franciscana, Fray Marcos Porta Aguilar, medimos las alturas de las tres franjas horizontales que componen la Bandera de San Francisco. La superior celeste mide 71 cms. de altura, la central blanca, 50 cms., y la inferior celeste, 51 cms.

Como vemos, las tres franjas tienen dimensiones distintas e irregulares; siendo más alta, considerablemente, la franja superior, que las otras dos. Llama poderosamente la atención tamaña desproporción: es decir, que la franja de arriba sea más de un 40 % mayor que las otras dos. ¿Cómo se explica ésto?. De la época no se conservan enseñas que muestren desigualdad semejante. En efecto, la “Bandera de Macha”, que se exhibe en Sucre (Bolivia), y contemporánea de la de San Francisco, tiene su franja celeste del medio que mide 52 cms. de alto. Las franjas laterales blancas parecieran ser de menor ancho; pero no se pueden medir, con precisión, en razón de encontrarse los extremos blancos doblados, dentro de la vitrina que exhibe la enseña de Macha. Algunos sostienen que cada franja mide 29 cms. y otros, 52 cms., igual que el listón central celeste.

Supongamos que las dimensiones de las distintas franjas de la Bandera de Macha sean las siguientes: 29 cms. la blanca superior, 52 cms. la celeste central y 29 cms. la blanca inferior: en tal caso tendríamos un formato distinto al de las insignias argentinas actuales, donde las tres franjas horizontales son del mismo ancho; y nos estaríamos aproximando al más familiar diseño, para la época, de las banderas rojigualdas españolas.

En efecto, el actual emblema de la Madre Patria presenta una franja horizontal central amarilla que tiene el doble de ancho que la de sus extremos rojos. Es decir, no había, en la época, por qué imponer una uniformidad que no se observaba en las banderas que hasta hacía poco estaban acostumbrados a ver.

Las irregularidades en la “Bandera de San Francisco”
En el caso puntual de la “Bandera de San Francisco” vemos que tamaña irregularidad es aún mayor: presenta una franja horizontal celeste superior de considerables dimensiones (71 cms. de alto) comparada con la central blanca (50 cms.) y la inferior celeste (51 cms.). Sin embargo, no podemos asegurar que el listón celeste de abajo hubiera tenido siempre esa altura.

Al respecto se me ocurren dos posibilidades: o bien la Bandera siempre tuvo estas dimensiones, con lo cual una franja más alta celeste (la superior) se habría justificado si la Bandera se utilizaba para ser sujetada por arriba, para poder ser transportada, por un grupo de personas en una marcha, permitiendo su mejor manipulación; o bien podría ser colocada sobre una fachada de un edificio, o ventanal, se podía doblar un poco, unos 20 cms., desde la parte superior, por encima de la cornisa, para asegurarse debidamente y así recuperar las armoniosas medidas simétricas en sus tres franjas horizontales, ante la vista, desde abajo.

La otra alternativa es que la Bandera hubiera tenido, originariamente, franjas celestes más anchas, en ambos extremos; y que por la degradación de la tela y por haberse desflecado o desgastado más la franja inferior celeste, hubo que recortarla en alguna oportunidad, para preservarla mejor. Aún se observan grandes porciones de la tela celeste, resquebrajadas, que no se puede determinar, a primera vista, dónde encajarían, en el armado de este rompecabezas, que será recomponer esta enseña.

Es decir, esta Bandera, a la inversa del formato de la rojigualda española, pudo haber tenido dos franjas horizontales exteriores celestes de una mayor altura (al menos 71 cms.) que la franja central blanca (50 cms). Es decir, un 20 % más de superficie, cada una, que la franja del medio. Ello nos habría dado una insignia de mayores dimensiones aún, en su origen (de alrededor de: 2,90 mts. x 2,02 mts.).

Los trabajos de restauración de 1920
Esto nos lleva a una nueva pregunta: ¿Pudo haber sido restaurada, la “Bandera de San Francisco” con anterioridad a nuestra visita al claustro franciscano?. En oportunidad de contemplar esta enseña, mi hermano Horacio Bustos Thames y la restauradora, Lic. Cecilia Barrionuevo, me hicieron advertir que, en el extremo inferior derecho de la Bandera, al dorso de la misma, se podían observar los vestigios de un trabajo de restauración, que se había realizado, en el paño, al coserle, en el reverso del género, otra tela rústica blanca, para darle más sostén y cuerpo a la “Bandera de San Francisco”. Era como un trabajo de consolidación que se llevó a cabo hace casi un siglo.

¿Cómo lo sabemos?. Muy simple: al doblar el ángulo inferior derecho celeste de la insignia, encontramos el género ya amarillento que se le había cosido, y las siguientes leyendas, escritas con tinta azul, sobre ese misma tela: María Elisa Colombres, Guillermina Colombres, Amadeo Colombres, Micaela Colombres, Isabel Colombres, María Esther Colombres. Padre S. Villalba. Además de una fecha: Junio 20, 1920. Consultado Fray Marcos Porta Aguilar sobre la identidad de este Padre Villalba, nos refiere que seguramente ha de tratarse de Fray Salvador Villalba, guardián del convento franciscano en 1920.

Entonces, no siempre la “Bandera de San Francisco” estuvo recluída en la vitrina que todos los tucumanos estábamos acostumbrados a verla; sino que aparentemente fue guardada allí luego de habérsele realizado trabajos de restauración, efectuados o financiados por la tradicional familia Colombres, que quiso dejar registrada, para la historia, su participación en esta gesta, con motivo del primer centenario del fallecimiento del Creador de la Bandera Argentina, Gral. Manuel Belgrano.

Fue entonces, a partir de 1920, que la “Bandera de San Francisco” pudo haber sido confinada, arrugada, y plegada, como se pudo, al cuadro, que apenas exhibía partes de su franja central amarillenta, y dos palabras: “TUCUMAN” y “1814”; en donde permaneció, guardada, por casi noventa y cuatro años.

La cinta celeste encontrada dentro de la Bandera
Otro elemento que nos llamó la atención fue una cinta, suelta, celeste, de 13 cms. de alto y muy extensa, de largo; que se encontraba separada de la Bandera, como ribeteada. No podemos precisar si se trataría de una cinta que coronaba la insignia, como las actuales “corbatas” o moños que adornan las Banderas de Ceremonia. En opinión de la experta Lic. Barrionuevo, podría tratarse de una porción de la franja inferior celeste; que explicaría, en parte, el déficit en la altura de este listón, con respecto a la franja celeste superior.

Sin embargo, encontré difícil esa alternativa, por cuanto la franja inferior se encontraba, en su mayor parte, debidamente cerrada, con una costura prolijamente efectuada. Una alternativa que podría barajarse es que esa costura se hubiera llevado a cabo durante los trabajos de restauración de 1920, que ya refiriéramos; y que se dejaron, de todos modos, los pedazos que se habían recortado, dentro del cuadro que contenía la insignia, para resguardar todos los paños juntos, para la posteridad.

¿De qué material está hecha la “Bandera de San Francisco”?
Dos aspectos adicionales que merecen mencionarse, con respecto a la observación de la Bandera, son los relacionados con la textura de las telas y la costura entre las distintas franjas.

Comenta el autor Adolfo Mario Golman que los materiales más utilizados para confeccionar banderas, a principios del Siglo XIX eran la lanilla y el raso: “El raso, al ser una tela lustrosa de seda no resulta tan resistente a los fuertes vientos como la lanilla, que es un tejido hecho con lana fina. Esta última, se utilizaba para banderas de flameo, navales o de fortificaciones costeras. Con el raso se confeccionaban, mayormente, las enseñas que acompañaban los movimientos militares de tropas”.

En efecto, la tela utilizada en la “Bandera de San Francisco” fue al raso; que es una seda lustrosa y brillante. Puede apreciarse mejor en las franjas celestes de la insignia; que asemejan al cielo de un plácido día primaveral. Me llamó la atención la perfección de la textura y el brillo de la seda, así como su manufactura, que revelaba más bien su origen industrial y no artesanal. ¿De dónde pudo haber salido la seda para confeccionar la “Bandera de San Francisco”?.

(Continuará)