Por JAVIER CAMPOS
Leo sorprendido que la Diputación de Lleida ha izado la bandera a media asta por la sentencia del Estatut. No sé por qué me sorprendo, en una región en la que el cumplimiento de las normas relativas a las banderas oficiales tiene muchas lagunas.
Sin embargo, es de destacar que en este caso la acción va más allá de la mera omisión de lo que por ley se establece. Han tenido el detalle, eso sí, de quitar la bandera de España, para no incurrir en el hecho de hacer ondear la enseña nacional en señal de luto.
No obstante, la senyera tampoco es un símbolo que les pertenezca o del que puedan disponer a su voluntad. Representa a todos los catalanes, sin excepción, y por tanto, antes de tomar una medida así habría que consultar si existe una mayoría de la ciudadanía conforme con esta medida.
En los casos en los que se utiliza la señal de duelo, el motivo suele ser un acontecimiento trágico, y la utilización del emblema nacional, regional o local se usa para mostrar dicho hecho que, socialmente, es compartido.
La acción que ha llevado a cabo el presidente de la Diputación, perteneciente a ERC, haciendo uso del duelo con un motivo meramente político, desvirtúa el hecho en sí del significado de la bandera en esa posición. Y es posible que marque precedente.
Hasta ahora, la bandera a media asta significaba luto, y cualquier ciudadano, patrio o extranjero, que las viera, entendería que el país, la región o el municipio (o en el caso de la diputación, la provincia en su conjunto), ha vivido una situación trágica o penosa, que generalmente proviene de la pérdida de vidas humanas en determinadas circunstancias.
El hecho de que se utilice la bandera en esa posición para otros fines hace que el símbolo pierda la capacidad comunicativa del luto, limitando el significado del mismo.
Precisamente, las banderas y las situaciones de lutos es un tema que la ley no deja del todo claro, existiendo varias lagunas a este respecto. A pesar de que la Diputación de Lleida haya retirado la bandera de España (un hecho que, conociendo los antecedentes, suena a excusa fácil para retirar el símbolo patrio), el presidente de la institución está incurriendo en una ilegalidad, al no tener potestad para decidir sobre la bandera catalana, sobre todo teniendo en cuenta que no se ha publicado, ni en el Boletín Oficial del Estado ni en el Catalán, ninguna indicación del estado de luto que permite el izado a media asta de la bandera.
Las banderas son la representación política y social de una colectividad de ciudadanos, y las acciones que sobre ella se ejecuten deben partir de una base representativa suficientemente grande para que se justifique dicha acción. Al margen de los vaivenes políticos que salpican la actualidad, y cuyo tema no corresponde ser tratado en este medio, los mandatarios públicos deberían mostrar mayor respeto por los símbolos, porque con ello se lo muestran a los ciudadanos que los eligen y a los cuales representan.
Dejemos los símbolos oficiales en paz cuando se trate de problemas políticos. Con las banderas no se juega.
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