Las naciones condensan en un signo visible la idea de la unidad, del amor y del deber cívico; éste es un sentimiento tan antiguo como la humanidad y desde sus comienzos los hombres han caído o se han dignificado en su nombre. Ese signo es la bandera.
Manuel Belgrano, en los primeros días de febrero de 1812, dirigió un oficio al Triunvirato con el pedido de declaración de una escarapela nacional que debían usar las tropas patrióticas, que no se confundiera con la del enemigo.
El Triunvirato, integrado por Manuel de Sarratea, Juan José Paso y Feliciano Chiclana, con Bernardino Rivadavia como secretario, accedió al pedido reconociendo como escarapela nacional la compuesta de dos colores: blanco y azul celeste. Considerando que el uso de la escarapela como distintivo determinaba un atributo de nacionalidad, Belgrano le dio una proyección mayor, transformándola en bandera. El 27 de febrero de 1812 la izó por primera vez en Rosario, sobre las barrancas del Río Paraná.
El gobierno desaprobó la bandera y la actitud de Belgrano. Sea porque la amonestación no llegó a tiempo pues Belgrano, nombrado jefe del Ejército del Norte, partió de inmediato, o fuera porque consideró incongruente tal medida, mantuvo la insignia que había creado y la hizo jurar en Jujuy.
Aquellos hombres no podían asumir aún que la revolución era irrevocable. Belgrano con su bandera planteaba un conflicto diplomático al gobierno, que deseaba seguir simulando una guerra civil en nombre de Fernando VII. La bandera había merecido dos rotundos repudios de parte del Triunvirato y la Asamblea del año XIII tampoco la consideró. Pero, pasados algunos años, reunido el Congreso de Tucumán y declarada la Independencia, decidió oficializarla por medio de una ley. La misma fue sancionada el 25 de julio de 1816 -hace unos días debió recordarse este hecho-, al considerar que elevadas las Provincias Unidas de Sudamérica a nación independiente sería su distintivo la bandera celeste y blanca. Al ser rubricada esta ley por el sanjuanino Francisco Narciso de Laprida, presidente del Congreso, la bandera quedó instituida como estandarte, no sólo en las Provincias Unidas del Río de la Plata, o lo que luego sería Argentina, sino de toda Sudamérica.
Nuestra bandera quedó asociada para siempre al nombre de su creador que la concibió heroicamente, aunque en justicia debería acompañarse también del nombre de Laprida que con su firma hizo que nuestra bandera dejara de ser un paño clandestino para tomar el rango de emblema nacional como signo de nuestra dignidad como nación y nuestra solidaria lealtad con los pueblos de América Latina.
Fuente: Diario de Cuyo
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