AVELINO ALONSO
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Sí señores, para mucha gente la bandera española es un símbolo mancillado y poseedor de un significado oculto. No es el estandarte que agrupa a los nacidos en un determinado territorio. Es la marca de los «fachas», que en este caso quiere decir «franquistas», y, no hace falta decirlo, es uno de los peores adjetivos entre los que puedan calificar a una persona. No para ahí la cosa, en determinados territorios el término «español» es un insulto. En otros hay pintadas que proponen volar (con goma 2) España. Tú observas estos comportamientos y te quedas perplejo. Es como si un vecino de La Calzada me insultara a mí llamándome gijonés. Porque ¿acaso uno que vive en La Calzada no es gijonés? Lo es en igual medida que un catalán (o vasco) es español. Pero lo realmente grave es la vergüenza por lo que se es, la crisis de identidad. Los españoles tenemos un profundo complejo de inferioridad como pueblo, que se manifiesta en señales como las que citamos. En el caso de que un sector político (supuestamente la extrema derecha) se haya adueñado de un símbolo determinado (en este caso la bandera), sólo hay una manera de alterar esta situación: reapropiándose de ella y dándole el uso debido (que es el que le dan en el resto de países civilizados); ahora bien, que un ciudadano español tenga reparos en exhibir su bandera es un asunto preocupante.
Curiosamente, mientras esto ocurría, leía el libro de Desmond Morris «La mujer desnuda». En él se da una explicación muy curiosa al hecho singular de la exagerada longitud del pelo de la cabeza. Nuestra cabellera puede sobrepasar los dos metros de longitud, cosa que no tiene parangón en ninguna otra especie animal, más teniendo en cuenta la ausencia de pelo por el resto del cuerpo que nos caracteriza. Desmond Morris opina que la melena al viento es, por sus variedades en la forma, longitud y coloración, un signo de identidad grupal. En otras palabras, el antropoide bípedo que poblaba la sabana africana en los albores de la humanización utilizaba su pelambrera para ser reconocido por sus semejantes y parientes. La melena era su bandera, su símbolo de identidad tribal.
Las banderas siempre nos han acompañado, pues siempre hemos hecho grupos para sobrevivir. Somos animales gregarios (también solidarios) y no depredadores solitarios. La bandera, antes la pelambrera, nos identifica, nos confiere identidad grupal. Porque fuera del grupo, de la tribu, no somos nada. Recuerden las palabras (para Julia) de José A. Goytisolo: «Un hombre solo, una mujer / así tomados de uno en uno, / son como polvo, no son nada».
La Nueva España
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