(Por Juan González).
Desde el 29 de junio de 1815, día en que las provincias federales declaran su “independencia de todo poder extranjero” en Arroyo de la China actual Concepción del Uruguay, la Bandera Tricolor jurada en aquel Congreso, flameaba en cada pueblo de la Confederación de los Pueblos Libres.
Recién un año después, en el Congreso de Tucumán, el resto de las provincias declaran su independencia, que en su primer momento fue sólo de España. El 20 de julio de 1816, el Congreso aprueba oficializando la Bandera diseñada por Belgrano: el blanco al medio, azul celeste en los extremos.
El origen de la que será “bandera de la patria” es los colores de la Orden Borbónica, que era una banda ancha —con una franja blanca entre dos azul celeste— que se entregaba por servicios distinguidos en nombre del rey. En la semana de mayo de 1810, muchos porteños llevaban la esfinge del rey Fernando VII con los colores borbónicos.
Belgrano estaba convencido de que el sistema político que podría sostener la unidad de las provincias del Río de la Plata, incluyendo a las federales de los Pueblos Libres, era una “Monarquía Constitucional”.
Esta propuesta fue apoyada por San Martín, a pesar de sus principios republicanos, por coincidir con la idea de Belgrano de que restituyendo la dinastía de los Incas en una monarquía atemperada para las “Provincias Unidas de Sudamérica” con capital en la ciudad de Cuzco se rompía el esquema de la oligarquía centralista y unitaria porteña.
Además, con ella se lograba lo que más interesaba a San Martín, la independencia de todo poder extranjero (no solo de España). Para reafirmar esta posición, el Sol Incaico es incorporado en la Bandera celeste y blanca de los ejércitos. Es importante analizar la postura de ambos próceres, que los diferencia sustancialmente de los monarquistas porteños, ya que con un soberano de Pueblo Originario y trasladando la capital a una ciudad “interior”, la estructuración política, social y económica de la futura nación hubiera sido, unitaria pero no-centralista y con fuerte identidad popular.
La propuesta logró la adhesión mayoritaria de los congresales, lo que provocó la reacción de la burguesía porteña. Su más “aristocrático” representante, Tomás de Anchorena manifiesta, “no me molesta la Monarquía Constitucional, pero si que piensen en un monarca de la casta de los chocolates”. Este personaje, claramente rasista, desarrolla junto con los diputados porteños una estrategia, dilatoria por un lado para desactivar el proyecto de monarquía Inca que les de tiempo de conseguir un monarca europeo, logrando trasladar el Congreso a Buenos Aires en marzo de 1817. Y por otro, ponen en marcha un plan contra el mayor enemigo de esta burguesía comercial del puerto de Buenos Aires: el Federalismo Republicano de los artigueños de las seis provincias confederadas.
Para ello, los monarquistas porteños negocian la invasión portuguesa contra Artigas. El Director Pueyrredon instruye a su embajador en Río de Janeiro, el maquiavélico Manuel García, quién confiesa el acuerdo anunciando con algarabía, “la escuadra (invasora) esta al ancla, esperando el viento, Artigas dejará de molestar”. El plan consistía en la invasión de los portugueses a la Banda Oriental, y Buenos Aires atacando las provincias del Litoral. Son tres largos años de resistencia, donde en el nordeste se enaltece la lucha del Comandante General Andrés Guacurarí y su ejército de guaraníes contra el imperio portugués.
Es más que importante y necesario, aunque demasiado extenso, desarrollar estos tres años de lucha de los federales republicanos, de las fuerzas populares misioneras y correntinas, integradas principalmente por guaraníes, conducidos por Andresito, Tiraparé y Pantaleón Sotelo. En la Banda Oriental se destacaban las fuerzas con Rivera, Otorgues y Lavalleja al frente. En el Litoral enfrentando a Buenos Aires, Estanislao López y Pancho Ramírez con la apoyatura de la escuadra corsaria con base correntina de Pedro Campbell. Todos bajo la Comandancia del Protector de los Pueblos, José Artigas desde Purificación.
Pero a los efectos de esta nota quisiera sintetizar dos cuestiones. Primero, que la base de los principios federales y republicanos de Artigas no es teórica, es cultural, encarnada en los pueblos guaraníes: éstos a pesar de su gran extensión territorial (desde el Caribe a la cuenca de los ríos Paraná, paraguay y Uruguay) jamás fueron imperio, porque además su forma de organización política nunca fue monárquica, jamás tuvieron gobierno central, no existe el concepto de “dinastías” en los guaraníes. Cada comunidad que se constituía elegía su cacique, aún hoy lo hacen, el que no tiene tiempo de mandato porque tampoco tiene tiempo para revocarlo (al otro día de elegidos podían ser revocados) y algo fundamental, cada pueblo se gobernaba por si, concepto que esta en muchos escritos de Artigas y de Andresito. Es esta cultura la que hace diferente, en pleno sistema colonial, la experiencia de los 30 pueblos guaraníes de las misiones jesuitas, la propiedad era social (de los pueblos), no existía allí la esclavitud, ni la mita, ni la encomienda, y la producción era comunitaria, nadie moría por hambre o desnutrición como ahora.
Lo segundo es ver, como el triunfo de los unitarios esta basado en la traición, en traidores a los pueblos. A los dos años de instalarse el Congreso en Buenos Aires sancionan una Constitución de neto corte aristocrático definiendo una monarquía constitucional, pero cuyo monarca sería un Borbón: el Príncipe De Luca (cedido por Francia).
Esto no pudo cumplirse por la derrota del Directorio por las fuerzas Federales en la batalla de Cepeda. Pero, los triunfadores López y Ramírez, ahora convertidos en caudillos litoraleños, acuerdan con Buenos Aires en el Tratado de Pilar, abandonando a Artigas, traicionando al federalismo popular.
Se pierde la Banda Oriental en manos de los portugueses y se inicia el camino del federalismo y republicanismo burgués, copia del sistema de los Estados Unidos, tanto para la Argentina como para el separado Uruguay. Esta realidad esta presente en las banderas que flamean en nuestros pueblos. Banderas: de Entre Ríos Tricolor formato original, pero con el azul convertido en celeste. De Santa Fe Tricolor en vertical, azul celeste y el escudo que representa la “victoria” sobre los indios. Misiones Tricolor de Andresito, colores originales conserva el azul republicano. Córdoba no legalizada (aprobada por ley vetada por ejecutivo) Tricolor en vertical celeste con el sol incaico de la bandera nacional y la representación del fuerte de Córdoba.
Banderas: Argentina celeste con el Sol incaico al medio. La uruguaya copia del formato norteamericana rayas azules en lugar de las coloradas y en el rectángulo superior en lugar de las estrellas esta el Sol incaico. Pero, en Montevideo y en el actual partido gobernante (Frente Amplio) flamea la Tricolor de Otorgues similar a la de Andresito. Por último la de Corrientes, única provincia de la otrora Confederación que no tiene la Tricolor, es la celeste y blanca argentina, con el escudo institucional correntino en lugar del Sol incaico y además, el Pico celeste sobre el asta, símbolo unitario del Gral. “manco” Paz.
Momarandu
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