En Badalona la comunidad China ha creado el mayor bazar jamás visto. Es fácil encontrarlo porque está justo en la perpendicular de las enormes chimeneas de la térmica del Besòs, casi a su sombra. Hay de todo, zapatos, bolsos, maletas, ropa, pañuelos, lámparas, bisutería y… banderas. También hay banderas.
No se venden muchas senyeres. De hecho, esta mañana, de todas las tiendas que visitamos sólo las ofrecían al público en dos. En la mayoría, allí donde había banderas a la venta, eran españolas. A uno treinta la unidad al por mayor. Extrañamente también las había británicas, la Unión Jack.
Preguntamos a un empelado de Yu Zhou que vende banderas españolas y dice que nunca ha vendido catalanas. ¿Nunca, nunca? Nunca. Lo mismo ocurre en Ming Dian, aunque allí el comerciante que atiende, bastante más despierto que el de Yu Zhou y bastante más diestro con el castellano, reconoce que ha sido un error de cálculo porque desde hace unos días todo el mundo se las pide.
Tampoco las hay en una de las tiendas del Mercachina Internacional, el almacén más grande, donde incluso hay un restaurante en el que se sirve comida muy rica según tenemos entendido. ¿Y estelades? ¿Venden estelades? –preguntamos a uno de los empleados-. No, de esas tampoco. ¿Se han agotado? No vendemos
En el almacén Shang Hai sí que venden banderas catalanas. Las tienen expuestas en la puerta junto a una bandera española, una del Real Madrid y otra del Barça. La iconografía patriótica y futbolística es inseparable. Esta mañana les quedaban varias cajas de banderas españolas y un paquete de un centenar de senyeres envueltas en un celofán de plástico. “Ayer (nota: ayer era domingo) se llevaron cinco cajas, unas mil. Y ya no hay más que estas” -cuenta un empleado. “Si quiere saber más hable con la jefa” dice señalando hacia el mostrador.
Las banderas catalanas están fabricadas en China pero no hemos logrado averiguar en qué ciudad. Salen por “uno cincuenta cada”, es decir, se cotizan un poco más caras que las rojigualdas aunque no es descartable que con un pequeño regateo consiguiéramos un precio más bajo. La tela es sintética pero llevan un práctico cordelito para colgarlas en el balcón.
-¿Y estelades? -preguntamos a la jefa del negocio. ¿De la estrella…? -nos pregunta para aclararse- Nada. Tuvimos en agosto y se vendieron todas. Ya no quedan. No hay más.
Por un momento pensamos en Joan Ballester, el librero de la calle Consell de Cent. El único que vendía estelades en su librería hace muchos años. Seguro que nunca habría podido imaginar que unos chinos, instalados en las mismas naves donde él supondría que seguirían trabajando los mejores talleres de matricería de la industria catalana, venderían algunos lustros más tarde su preciado símbolo independentista. Los matriceros hace tiempo que cerraron.
Un poco más arriba de Shang Hai, hay otro almacén parecido. Venden una remesa de banderitas catalanas con mástil. Sin estrella. Son muy pequeñas y también están fabricadas en China. Salen a 30 céntimos la unidad en el mercado mayorista. Debe haber un centenar. El comerciante parece tener ganas de venderlas, sin éxito por ahora. Por si a alguien le urge, dice que mañana también trabajarán.
La Vanguardia
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